Pronto... volta ás aulas

O verán segue o seu camiño e axiña chegará setembro e o comezo das clases. Un curso máis. O máxico momento de regresar á rutina e de volver atoparnos cos amigos. Será un curso longo no que viviremos momentos intensos e no que continuaremos aprendendo unha morea de cousas.

Seguro que ti tamén xa vas tendo ganas de comezar. Nuns días... novo curso. E pola nosa parte seguimos contando contigo para esta Escola de Pais.




Nota: Como na foto, para moitos en setembro tamén comeza o seu descanso. ; )

Como axudar ao neno que non quere volver ao cole

Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
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¿Tienes un hijo que no quiere volver al cole, que se resiste a volver a empezar o que llora desconsoladamente porque han finalizado las vacaciones y debe volver a la rutina del día a día? Probablemente si estás leyendo este artículo es que algo de esto está sucediendo en tu hogar o bien te sientes inquieta porque ves que la vuelta al cole no resulta tan fácil como esperabas.
Sí, es verdad, a muchos niños les cuesta volver a las rutinas tras este periodo de vacaciones estivales. Si a nosotros también nos ocurre imaginar lo que debe de ser para ellos. Un cambio brusco de hábitos, volver a levantarse pronto, separarse de mamá y papá, jornadas repletas de actividades junto a 24 niños más, …

5 Pautas para ayudar al niño que no quiere volver al cole tras las vacaciones.

  • Permitir siempre que nuestros pequeños expresen abiertamente lo que les sucede, que nos expliquen por qué lloran o qué les hace sentir esa pena tan grande que sienten. Sabemos que es algo pasajero, temporal, pero no por ello insignificante. Así que le animaremos a explicar sus sentimientos, sea la edad que sea la que tengan. Escucharles les hace ver que son importantes y que lo que les pasa nos importa. Eso sí, tampoco dramaticemos nosotros, una cosa es la comprensión y otra la dramatización.
  • Explicar lo bueno de volver al cole y a las rutinas como por ejemplo volver a ver a los amigos, las funciones de teatro, las excursiones y lo mucho que aprenden día a día. 
  • Expliquemos la importancia de esforzarse por aprender y lo divertido que puede llegar a ser si tenemos la actitud adecuada.
  • Normalizar lo que les ocurre. Puede ayudar explicar que a nosotros también nos pasaba lo mismo pero que una vez estábamos de nuevo en clase con todos nuestros amigos pronto se nos pasaba esa sensación de tristeza que sentíamos cada vez que se acababan las vacaciones. 
  • Recuperar los hábitos y las rutinas que seguimos a lo largo del curso unos días antes de empezar.
La verdad es que es muy normal que nuestros hijos se sientan así, no les ocurre nada malo, todo lo contrario solo se dan cuenta,cada vez más a medida que van creciendo, que las cosas tienen un fin. Poco a poco, a lo largo de estos primeros días se les irá pasando y todos volveremos a la normalidad.

Como preparar aos nenos para a volta ao cole

Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
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La vuelta al cole no es fácil pero podemos hacer que sea algo más llevadera si preparamos a nuestros peques antes de empezar. Seguir estas sencillas pautas puede ayudarnos a todos a que la vuelta sea menos traumática.
  1. Hablar sobre la vuelta al cole. Días antes de empezar o de volver a casa tras las vacaciones, hablar sobre la vuelta puede ayudar a expresar los miedos que el inicio de curso puede generar en nuestros pequeños. Hablar sobre ello facilitará que expresen a la vez las frustraciones de dejar atrás tantos días de vacaciones, amigos, primos, … pero también puede ayudar a identificar todo lo positivo de volver a empezar: reencontrar a los compañeros, las excursiones de este año, lo importante de este curso, … La expresión de los sentimientos suele ayudar a reducir el malestar que suele provocar pensar que lo bueno se acaba.
  2. Recuperar los hábitos y las rutinas. Es bueno que una semana antes de empezar intentemos recuperar los hábitos de sueño y comidas que durante el periodo vacacional suelen perderse. Acostarles pronto y permitir un buen descanso ayudará a que vayan adquiriendo de nuevo la rutina de los días de cole así como reducirá la irritabilidad y las rabietas que aparecen durante los primeros días debidos al sueño y cansancio.
  3. Comprar y preparar el material escolar juntos. Permitir que nos acompañen a comprar todo lo necesario para la vuelta al cole y que además participen en su preparación ayuda a que adquieran conciencia de que pronto empezarán de nuevo las clases. Mirar los libros y hojearlos, preparar los lápices, colores, la mochila, … todo ayuda a crear el ambiente adecuado para preparar la vuelta al cole.
  4. Visitar el cole días antes de empezar. Podemos ayudar a los más peques de la casa, los que empiezan este curso, a familiarizarse con su nuevo entorno llevándoles a dar un paseo alrededor del cole donde irán. Podemos aprovechar para hablar con ellos de lo divertido que será asistir, los nuevos amigos que podrán hacer, los materiales que encontrarán allí: pizarras, cocinitas, muñecos, coches, plastilina, colores, … El cole no es un lugar malo, no deben percibirlo como tal y aunque los primeros días lloren, porque es normal, debemos saber transmitirles la confianza de que se quedan en un lugar seguro donde les tratarán muy bien.
  5. Realizar pequeñas tareas escolares a diario. Mantener cierta dosis de tareas escolares durante el verano ayuda a los peques a mantener los hábitos de estudio. No es necesario ser excesivamente rígidos ni forzarles a realizar hojas y hojas de deberes, se trata de que mantengan los conocimientos adquiridos durante el curso anterior y llegar preparados al nuevo. Esto es importante durante todas las etapas ya que cada una tiene sus propias exigencias y todas son imprescindibles. El niño que está aprendiendo a leer necesita leer a diario para no olvidar lo aprendido al igual que el niño que empieza a sumar, multiplicar o a hacer raíces cuadradas. Lo importante es no pasar de no hacer absolutamente nada a 6 horas de clases. Nosotros leemos diariamente, una lectura compartida que además favorece la escucha y el aprendizaje de la entonación, las pausas, los ritmos, … Practicamos la escritura escribiendo por ejemplo el menú de que tenemos a diario para comer o cenar. Y obviamente, los cuadernos de verano han sido otra de las opciones que hemos utilizado, así como otras propuestas imaginativas que hemos improvisado, sumar conchas o hacer conjuntos por formas y colores, … Todo para no olvidar lo importante que es aprender.
Y tu, ¿ya vas preparándote para volver a empezar?


7 claves para detectar si estamos educando bien a nuestros hij@s

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Cualquier padre, que sea preguntado, coincidirá conmigo en pensar que educar bien a nuestros hijos no es nada fácil. A menudo no sabemos cómo reaccionar ante las miles de pruebas que nos ponen cada día y solemos tirar de nuestra intuición para solucionarlo de la manera más adecuada. Otras veces, simplemente repetimos los patrones de educación de nuestros padres: las amenazas, los gritos y las bofetadas. Incluso podemos llegar a ganar las batallas pero eso no nos asegura que ganaremos la guerra.

Es un reto y nos preocupa. Es evidente que cada vez son más los padres implicados que quieren dar la mejor educación a sus hijos y buscan para ello ayuda en las Escuelas de padres y madres o en los libros que se escriben sobre esto.
Pues bien, para medir si lo que hemos hecho hasta ahora nos lleva por el buen camino, os dejamos estas claves:
  1. Ha dejado de tener rabietas

Las rabietas son frecuentes a los 3-4 años de edad. A partir de entonces, si los niños siguen teniéndolas es porque no hemos sabido actuar. Si tu hij@ ha dejado de tenerlas es buena señal, significa que ha aprendido a gestionar las frustraciones y a conformarse con un NO.  Recomendamos leer nuestro post Lo que necesitamos saber sobre las rabietas y cómo controlarlas.
  1. Obedece con frecuencia

Que los niños te obedezcan no es tarea fácil. Necesita de mucha persistencia por parte de los padres. Horas y horas repitiendo las mismas órdenes una y otra vez, con paciencia pero con consistencia. Si tras estos esfuerzos, tus hij@s suelen obedecerte al menos a la tercera, considéralo un éxito. Sobre todo si lo hacen en público obedecer cuando hay otros niños delante es más complicado.
  1. Asume sus responsabilidades

En la base de una buena educación están las responsabilidades. En la medida que nuestros hij@s crecen también deben crecer sus responsabilidades. Si ellos las asumen, aunque les cueste al principio, pero acaban por hacerlas suyas, has logrado el objetivo: que aprendan que en la vida siempre hay al menos 5 cosas al día que debes hacer aunque no te gusten.
  1. Es capaz de compartir

Compartir los juguetes es el primer paso. Los niños pequeños, de hasta 3 años, no suelen hacerlo. Enseñarles que compartir es mejor porque siempre se gana es el objetivo. Se ganan amigos, se ganan juguetes, se ganan buenos momentos,…
  1. Es agradecid@

Cuando a un niñ@ le has dado siempre todo lo que desea, con frecuencia se muestra insatisfecho, juega poco con sus juguetes y siempre quiere lo que no tiene. Conseguir que un hijo agradezca lo que tiene y lo valore no es nada fácil y menos en una sociedad de consumo en la que los niñ@s obtienen lo que quieren sin ningún esfuerzo. Si tu hij@ es capaz de disfrutar de sus cosas y no se muestra caprichoso pidiendo siempre algo diferente (juguetes nuevos, chucherías, un plato de comida especial que luego no se come…) puedes sentirte orgulloso de cómo lo educas.

  1. No te suele poner en evidencia en público

Muchas veces los niñ@s aprovechan nuestra reticencia a reñirles en público para comportarse peor de lo que lo suelen hacer en casa. Cuando conseguimos que nuestros hijos dejen de usar estas artimañas y se porten igual de bien en público que en casa, hemos ganado una valiosa batalla.
  1. No te engaña

Si tu hij@ no suele usar estrategias para manipularte o mentiras para conseguir lo que quiere y suele ser sincero incluso cuando ha hecho algo que no era lo correcto, está claro que lo has educado según los principios del respeto y la comunicación en la familia. Debemos educar a nuestros hijos en un ambiente de confianza, en el que decir la verdad, aunque sea mala, siempre estará más valorado que el engaño y la manipulación.

Como axudar a un cativo a pedir perdón

Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com/
Autoría: Elena Roger Gamir,  pedagoga 

Todos sabemos por experiencia propia lo que cuesta pedir perdón y reconocer los errores. Y a medida que nos hacemos mayores, más difícil es. Sin embargo, la persona que sabe perdonar vive más feliz, sin rencores y sin tantas presiones internas; perdonar se convierte así en una herramienta terapéutica para el alma. Y tan necesaria es para los niños como para los adultos.

“Pedir perdón” de manera consciente y voluntaria ayuda a los niños a:

  1. Ser responsables de sus actos
  2. Ser respetuosos con los demás
  3. Reconocer y cambiar comportamientos negativos
  4. Desarrollar habilidades cognitivas

Tres consejos para enseñar a los niños reconocer sus errores y disculparse por ellos:

1. A través de tu ejemplo. Perdona cariño, papá ha llegado tarde a recogerte; lo siento. Intentaré no volver a hacerlo. No solo en las cosas que le atañen a él, sino como principio de vida en tu familia. En tu relación con tus hijos y con tu pàreja. Con tus amigos, en el supermercado o en el pediatra. Reconocer los errores y disculparte por ellos si es que afectan a los demás debe ser un principio de vida y no solo una estrategia educativa.
2. Reflexionar en lugar de obligar. Tu hijo debe darse cuenta de lo sucedido. No des por sentado que un niño tan pequeño entiende que su amigo llora porque le ha quitado su camión. En lugar de obligarlo a pedir perdón, repasa la situación con él y hazle preguntas¿Cómo se sentía Carlos antes de quitarle su camión? Uhmm… Y ahora que se lo has quitado?…Vaya… ¿te imaginas que tú estás jugando tan tranquilo y un niño te lo quita sin pedirte permiso?  Qué tristeza, verdad? ¿Que te habría gustado que hiciera Carlos si él te hubiera quitado el camión?¿Qué podrías hacer tú para que Carlos no estuviera tan triste?  De esta manera permites que tu hijo se percate de su error, encuentre su propia solución y una respuesta compensatoria.
3. Enséñale a que describa. Decir “perdón” no es lo mismo que “pedir perdón” con reconocimiento del error e intención de no repetirlo. Para que un niño se percate de su responsabilidad en el acto, comprenda que se ha equivocado o que las consecuencias de sus actos han afectado a los demás debemos enseñarle a describir. Un niño pequeño solo lo aprenderá si te ve describir a ti en todos los contextos: me quiero disculpar contigo PORQUE te he gritado. Creo que no es necesario gritarte para decirte las cosas. Papá se ha equivocado. En esta casa no se grita, se habla con cariño, lo siento”.

Nunca obligues a tu hijo a disculparse.

En su lugar, dale información de lo sucedido y una oportunidad para hacer algo por el otro. Es la única manera, junto a tu ejemplo, de que entienda hasta donde llegan las consecuencias de sus actos en los demás y busque estrategias reparadoras. Si le obligas, solo consentirás que pida perdón por coacción o obediencia ciega y que crea que así se resuelve la situación sin sentir ninguna necesidad de cambiar su comportamiento.
El objetivo de pedir perdón no es solo disculparse sino que obre en su mente una modificabilidad cognitiva, que entienda cuál fue su error y el alcance del mismo para así buscar estrategias para no volver a repetirlo. Se trata de que entienda que todos los errores tienen solución y que está en su mano compensar la falta y evitar que se repita. Un error es una oportunidad de aprendizaje y no un medio para hacer sentir culpable o mal a los niños.
Al ayudarle a pedir perdón fomentas habilidades cognitivas como la percepción clara y precisa, instrumentos verbales adecuados, capacidad de considerar dos o más fuentes de información la vez, capacidad de percibir y definir el problema, habilidad para diferenciar datos relevantes e irrelevantes, amplitud del campo mental, Interiorización del propio comportamiento, pensamiento hipotético, comunicación descentralizada…
Maneras de pedir perdón sin decirlo con palabras: la caja de la amistad
Los niños de 3-4 años a menudo tienen su propio lenguaje emocional para pedir perdón. Respétalo y foméntalo. Y si no lo tienen, ayúdales con “la caja de la amistad”, una caja que contiene cartulinas con ideas emotivas para pedir perdón: dale un abrazo de collar, dale un beso de pingüino, dile que le quieres con amor de pajarito, acaríciale la puntita de la nariz, déjale tu peluche de buenas noches…

Eu non axudo a miña muller cos fillos...

Republicado con autorización de http://www.solohijos.com/
Autoría: Alberto Soler Sarriópsicólogo.

Esta mañana he ido de paseo y al supermercado con los niños (ya tienen 15 meses, están para comérselos, ¡de verdad!). En la cola, se me ponen a hablar un par de señoras, y las dos concluyen lo mismo: “hi ha que veure, lo que ajuden ara els homens a les seues dones amb els fills” (“hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus mujeres con los hijos”). Ésta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.
¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”. Y pasaría a explicarle cuál es mi punto de vista al respecto.
Antes de tener hijos yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo le ha tocado!).
No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad.
Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella.

¿Por qué tenemos esta visión de las responsabilidades?

Tenemos aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas muy bien definido: el hombre es el proveedor de recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos). Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia. La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal y no por falta de oportunidades o derechos sociales.
En un momento en el que tenemos esta igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los hijos son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se requieren. Pensemos por ejemplo, qué injusto sería un reparto de tareas 50-50 en un caso en el que la mujer llegara a casa a las 20:00 después de 12 horas de trabajo, y su pareja llevara desde mediodía en casa. Un reparto “mitad tú, mitad yo” sería tremendamente injusto. E igual a la inversa.
Los hijos implican dar un paso más allá en esta flexibilidad y suponen un importante test de compenetración y trabajo de equipo en la pareja (y cuando vienen a pares como en nuestro caso, más todavía). Ya hablé hace tiempo sobre el papel del padre durante la lactancia, ya que parece que muchos padres se sienten perdidos durante esta etapa pensando que la mujer es la única que puede hacer algo por el niño. Ni mucho menos. Pero conforme crecen los niños el papel que juega el padre crece más si cabe.

¿Cuáles son las tareas propias del padre y cuáles las de la madre?

Bueno, pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de la teta, el resto de las casi innumerables tareas relacionadas con los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las circunstancias, preferencias (de ellos o de los hijos –hoy quiero que me duerma la mami/el papi-) o habilidades de cada uno.
Un buen reparto de esas tareas es el que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un desarrollo armonioso de la rutina doméstica.

¿Qué modelo quiero transmitir a mis hijos?

Quiero que mis hijos crezcan sin saber si planchar es cosa de hombres o de mujeres. Que no sepan si los baños son cosa de su padre o de su madre. Que no asocien la cocina con el feudo de nadie, ni tampoco la aspiradora, doblar ropa u ordenar los armarios. Que acudan con más o menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para enfadarse. Que no haya un “jefe” de la casa sino que todos convivimos del modo más feliz posible.

Así que no, señora, yo no ayudo a mi mujer con los niños. Tampoco con la casa. Estoy con ellos en el supermercado y les paseo porque son mis hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los pañales, les baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi mujer, sino porque son mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas diferente a aquel en el que Ud. y yo hemos tenido.

Esixir a un adolescente

Republicado con autorización de http://www.solohijos.com/
Autoría: José María Lahoz García, pedagogo (Orientador escolar y profesional), profesor de Educación Primaria y de Psicología y Pedagogía en Secundaria


Nuestro hijo está tan desconcertado como nosotros. Está entre una cosa y otra, entre el niño y el adulto, entre las normas familiares y la rebeldía. Se encuentra en plena adolescencia, y es durante este período conflictivo cuando debe asumir como propias las exigencias que hasta ahora marcábamos los padres. Para ello, necesita ciertos estímulos que nosotros podemos facilitarle.
Cuando se pregunta a los padres sobre la manera de exigir responsabilidades a los adolescentes,se suele obtener dos tipos de respuestas, más o menos matizadas: para unos la responsabilidad se obtiene mediante la autoridad, para otros mediante la libertad.
Seguramente, ninguna de las dos propuestas es la solución. Las dos son difíciles de aplicar, y en estado puro están contraindicadas. La primera quizá reprimiría la personalidad del joven y lo convertiría en una persona dócil y manejable, mientras que la segunda podría convertirlo en un ser caprichoso y hedonista.
Las familias que imponen una disciplina dura a sus hijos suelen padecer menos la crisis y la angustia del momento. Generalmente las consecuencias afloran más tarde, cuando los hijos se han convertido en adolescentes irresolutos, incapaces de tomar decisiones importantes.
En cambio, las dificultades aparecen antes en las familias que han evitado los sistemas coactivos: sus hijos se rebelan antes contra las normas familiares, abandonan las responsabilidadesescolares o viven buscando el placer inmediato. Pero, no nos engañemos, en ambas situaciones queda sin resolver la crisis.
Se dice, y es cierto en nuestra sociedad, que la adolescencia es un período de crisis. Pero también es cierto que la palabra crisis se dramatiza injustificadamente. No se trata de una situación de riesgo en la cual el joven adolescente corre el peligro de autodestruirse, sino simplemente de una época en que el niño o la niña, que hasta ahora regulaba su conducta según la exigencia y valores paternos, debe aprender a autocontrolarse. En otras palabras, el niño que actuaba guiado por sus padres ha de convertirse en guía de su propia vida.
Ni sistemas autoritarios ni permisivos
Así pues, el tiempo que va desde los 12 o 13 años a los 20 o 21 será un período de entrenamiento para conseguir solucionar la crisis, entendida como momento de cambio, final de una cosa y principio de otra.
Durante este largo período de crisis no es conveniente que los padres mantengan sistemas autoritarios que dirijan la conducta de los adolescentes, ya que con ello impedirían el desarrollo de su propia autonomía. Tampoco se deben adoptar sistemas permisivos que pongan en sus manos una libertad que sobrepasa su capacidad de discernir. Lo sensato es actuar de una manera progresiva, entregando pequeñas dosis de libertad basadas en el diálogo. Estas dosis se irán ampliando en función de la responsabilidad y coherencia demostradas.
Aceptada esta premisa, veamos algunos puntos de reflexión y algunos consejos prácticos.
Autoexigencia
En primer lugar hay que conseguir comunicarles que, a partir de ahora, todo lo que les hemos exigido de niños depende de ellos y que, en la medida que lo asuman, nosotros dejaremos de hacerlo. Deberán ser objeto de esta autoexigencia:
  • El dominio de los impulsos y de las manifestaciones agudas de su carácter.
  • El respeto de los derechos de los demás como límite de la propia libertad.
  • Subordinar el placer y la diversión a la realidad y a la previsión de futuro.
  • Liberarse de lo que impida apreciar aquello que realmente tiene valor.
Comunicar estos objetivos sólo es posible si los padres somos capaces de vivir la propiaautoexigencia, es decir, si damos ejemplo. En este momento de la vida de nuestros hijosdesaparece la figura de padre o madre todopoderoso y perfecto y aparece, desnuda, la imagen real de cada uno, con su coherencia o incoherencia. Evidentemente, si queremos que nuestros hijos se esfuercen, tenemos que ser los primeros en poner empeño. En caso contrario, nuestra autoridad quedará anulada.
El diálogo
Además, para comunicar a nuestros hijos lo que consideramos importante y valioso es necesario tener ocasión de hacerlo, es decir, han de producirse situaciones de diálogo. Y se entiende que el diálogo consiste en escuchar y hablar, no sólo en hablar.
Para que el diálogo desarrolle la confianza de los hijos es necesario:
  • Tomarlos en serio, no tratarlos como seres inferiores que explican cosas de las que estamos de vuelta.
  • Conviene no aprovechar la ocasión para sermonearles.
  • Escuchar con atención lo que quieren explicarnos o preguntar.
  • Hablar también de lo que les interesa a ellos. Dar tiempo para abordar los temas que nos interesan a nosotros.
Conseguir el ambiente de diálogo con los hijos no es tarea fácil, pero es muy importante. No hemos de olvidar que el diálogo con los hijos no es un fin en sí mismo, sino un instrumento útil para nuestra tarea educativa y, en todo caso, el principio de una amistad entre adultos. El fin es comunicar los valores, establecer compromisos y valorar las cotas de autoexigencia y de autonomía logrados. Seguramente no servirá de mucho el ambiente de diálogo y confianza que me describía una de mis alumnas: -“No pasa nada porque falte a clase a veces -me explicaba a modo de justificación-, aunque me salte unas clases, yo se lo explico a mi padre, no lo engaño, y él comprende lo que me pasa…”.
Tenemos que fijar normas y límites a través del diálogo para que nuestros hijos acepten y asuman compromisos.
Es importante evitar, tanto cuando les hagamos propuestas como cuando los censuremos, ponernos a nosotros mismos como modelos (“A tu edad yo…”) o poner como ejemplo a otras personas (“Mira tu hermano como…”). Es injusto, ofensivo y un camino seguro para conseguir su animadversión. En todo caso compáralo con él mismo (“Seguro que lo conseguirás, como cuando hiciste…”).
Consecuencias
Hay que prever consecuencias para el caso de que rompa alguno de los compromisos o normas establecidas. Es inteligente tenerlas preparadas para que no sean fruto de la improvisación ni desproporcionadas. En todo caso, podéis pedir su opinión sobre la consecuencia que habéis pensado.