Pais helicóptero

Artigo publicado coa autorización da autora (https://madredemarte.wordpress.com/)

Cuando G. tenía 18 años nos dijo M., su madre, que no podía quedar con las amigas un fin de semana porque tenía que llevarlo el sábado pronto a un festival de Rock en los Monegros y regresar el domingo por la tarde a recogerlo. Se metió casi 400 kilómetros entre pecho y espalda en menos de 48 horas para que el chaval disfrutara de un fin de semana “alternativo” con sus amigos.
Recuerdo que me sorprendió… no tanto que M. accediera a perder un fin de semana para llevar a su hijo, adulto, a un festival de rock, como que él, con sus 18 años y sus piernas llenas de pelos accediera a que su madre le trasladara hasta allí. Recordaba mis 18 años, cuando los padres eran casi los enemigos, cuando jamás les habría contado nada importante… y me habría dejado matar antes de dejarme que ver con ellos en un sitio tan ajeno al mundo adulto como un Festival de Rock.
Es lo que llaman “madres helicóptero”


Hay cada vez más padres helicóptero, padres apisonadora (que allanan el camino para que su hijo no tenga dificultades) y padres guardaespaldas (que se convierten en la sombra de sus hijos para que nada ni nadie pueda dañarles). Lo hacen con buena intención y con mucho cariño, pero, en ese afán por controlarlo todo, acaban anulando la independencia y la autonomía de los críos. Según los expertos, éste es “uno de los mayores errores en la educación de los hijos”.
“Los niños con padres sobreprotectores desarrollan menos competencias emocionales y a la larga son más inseguros”, advierte la psicóloga Silvia Álava, autora del libro “Queremos hijos felices”.
Javier Urra, ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, constata que el fenómeno de la hiperprotección va en aumento. “Los padres están para ayudar a caminar a los hijos, no para vivir por ellos. Doy clases en la universidad y he visto a un padre ir con su hijo, de segundo curso de carrera, a entregar la solicitud de ingreso. ‘Es por echar una mano’, se justificaba el padre. Pero está haciendo a su hijo incapaz. Si un chico, a esa edad, no sabe gestionar su matrícula, no debería estar en la universidad”.
Una directora de Recursos Humanos entrevista a un chico que aspira a un trabajo. Al día siguiente, el padre del entrevistado le telefonea para preguntarle qué tal ha ido. Ella le responde: “¿No cree que esta llamada que acaba de hacer es tan contraproducente que sólo por eso no voy a contratar a su hijo?”.
La historia (real y reciente) la cuenta el filósofo José Antonio Marina, pero cualquier educador, psicólogo o persona que trabaje con jóvenes puede contar ejemplos parecidos de ‘padres helicóptero’. La psicóloga Silvia Álava constata que hay progenitores que acompañan a sus hijos a entrevistas de trabajo y que incluso quieren estar presentes durante el momento en que se realiza la prueba. “Yo he regañado a un padre porque acompañó a su hijo a una entrevista. Al chico no le van a coger en la vida, porque da la imagen de que no está capacitado. Incluso sé de padres que admiten que cada día llevan a sus hijos en coche al lugar en el que éstos trabajan”.

Álava sabe más casos de ‘padres helicóptero’. Recuerda que, cuando daba clase en la Universidad Autónoma de Madrid, se encontraba con progenitores que acudían a entrevistarse con el profesor para revisar exámenes que habían realizado sus hijos y que no habían obtenido la nota esperada.
“Vas a cualquier universidad madrileña el día en que tiene lugar la Prueba de Acceso a la Universidad y no veas la cantidad de padres que hay comiendo con sus hijos. En mi época, cuando era la Selectividad, no había ningún padre y los que la hacíamos comíamos con los amigos. El año pasado pasé por la Universidad Complutense y vi cómo los padres llevaban a los chicos a hacer el examen”.
¿Y no les da vergüenza a esos jóvenes, muchos de ellos ya mayores de edad, el hecho de ser vistos en público junto a sus progenitores? “Es un perfil de chicos sobreprotegidos”, responde Álava. “No se sienten seguros ni se sienten autónomos. No han desarrollado competencias de seguridad y muchas veces son ellos mismos los que les dicen a sus padres: ‘No me dejes solo, no me dejes’. Pero hay que dejarles que vuelen”.
“Ahora que ha terminado el primer trimestre y vienen las notas, muchos padres hacen lo posible y lo imposible para que sus hijos aprueben, aunque no hayan estudiado. Hasta llegan a justificar ante los profesores, mintiendo delante de los hijos, el que no hayan trabajado lo suficiente. Dicen incluso que han estado malos…”, cuenta el pedagogo Jerónimo García Ugarte, profesor desde hace muchos años en un colegio de la zona norte de Madrid.
“Yo les preguntaría a estos padres: ‘¿Qué es mejor? ¿Que su hijo de nueve años apruebe el trimestre de Matemáticas o Lengua o que aprenda que no cumplir con sus responsabilidades tiene unas determinadas consecuencias?’ Al final, la sobreprotección tiene mucho que ver con el modo en que miramos la educación de nuestros hijos. Si miramos solamente a corto plazo, a lo que es mejor para ellos hoy, nos acercamos más a esa sobreprotección. En cambio, si miramos más allá, a lo que será mejor para ellos el día de mañana, cuando tengan que tomar definitivamente las riendas de su futuro, estaremos más cerca de ser cada día mejores padres”, reflexiona García Ugarte.
Han pasado 10 años, y G. sigue siendo un chaval muy majo, alternativo… y algo perdido. Lleva tiempo sin trabajo y muy desubicado. M. nos decía hace algunos días que los chicos de la generación de su hijo “no saben hacer nada. Se lo hemos hecho todo y ahora no saben espabilarse… ¡cuánto nos hemos equivocado!”.