Autoría: Ruth Alfonso Arias
(educadora infantil. educadora de familias certificada de disciplina positiva)
Artigo publicado no diario ElPaís
con data 23_X_2019
Lo normal es que los menores no
lo hagan todo bien
ni a la primera ni todas las veces
Hoy en día vivimos en la cultura
de la inmediatez donde impera el aquí y ahora. La sociedad y las nuevas
tecnologías nos lo ponen cada vez más fácil. Las prisas y la falta de paciencia
forman parte de nuestra vida cotidiana. ¿Qué ocurre con los niños? ¿En qué
medida les afecta todo esto?
De la misma manera, buscamos
recetas mágicas para la educación de nuestros hijos, rápidas y efectivas, pero
pronto llega la frustración al ver que estas no siempre resultan tan eficientes
ni funcionan tan rápido como esperábamos.
Según crecen nos vamos dando
cuenta de que criar a un hijo no es tarea fácil, pero nadie dijo que así fuera,
la crianza requiere mucho tiempo, control emocional tolerancia y sobre todo
grandes dosis de paciencia.
La educación tiene mucho de
sentido común
y poco de reglas absolutas.
¿Por qué es tan importante la
paciencia?
Reflexionemos sobre ello: Los
adultos esperamos resultados inmediatos en sus vidas: que aprendan a andar
rápido, que se estén quietos, que obedezcan, que aprendan a compartir, que
controlen su ira o dejen llorar. Nos olvidamos que los niños son niños, que no
nacieron sabiéndolo todo y necesitan pasar por un proceso de aprendizaje. Pero
sobre todo nos necesitan a nosotros.
Conscientes de que a veces es
difícil bajar el ritmo, quizá convendría tratar de ajustar nuestras
expectativas.
¿Qué métodos utilizamos en el día
a día cuando estamos cansados y esperamos que se duchen o hagan sus tareas? La
búsqueda de obediencia inmediata y las prisas hacen que los adultos recurran de
manera sistemática a los chantajes y las amenazas, los cuales suelen provocar
miedo y culpa, lo que puede generar efectos muy perjudiciales en los niños.
¿Qué deseamos para nuestros
hijos?, ¿Obediencia o colaboración?, ¿Que hagan las cosas por miedo o que sean
responsables y piensen por sí mismos?
¿Qué ocurre cuando los padres y
madres cansados de largas horas de jornada laboral y miles de quehaceres en el
hogar exponemos a los niños a tiempos ilimitados delante de las pantallas?
En la crianza también hay
momentos de supervivencia, pero estos no deben convertirse en una rutina.
Pedimos respeto cuando nosotros
no respetamos sus tiempos, y en ocasiones tampoco sus prioridades, las cuales
están a menudo muy lejos de las nuestras.
Si un niño está jugando solemos
interrumpirlo, pensando que lo que tiene que hacer siempre es mucho más
importante.
Seamos conscientes de sus
prioridades y aprendamos a respetarlas. Así ellos también respetarán las
nuestras.
A veces es tan sencillo como
darles un poco más de tiempo y obtener su colaboración de forma voluntaria. Sé
que te estás divirtiendo mucho en este momento pero es la hora del baño.
¿Quieres jugar 5 minutos más o prefieres llevarte algún juguete a la bañera?
Sumando exigencias, tratamos de
que los niños se comporten o hagan cosas para las que aún no están preparados,
pero eso no ocurre solo en el hogar también en los centros educativos. Las
prisas por aprender a leer, los objetivos marcados, los horarios, las altas
expectativas…
Lo normal es que los niños no lo
hagan todo bien ni a la primera ni todas las veces. En ocasiones los adultos
acabamos haciendo cosas por ellos que podrían hacer por sí mismos, bien por
falta de tiempo o porque no siempre hacen las cosas como nos gustaría,
privándoles así de una extraordinaria oportunidad de aprendizaje.
Constantemente les pedimos a los
niños paciencia y que aprendan a tolerar su frustración, cuando a menudo
nosotros fallamos como modelo.
La paciencia es una virtud que
debemos cultivar y junto a la calma son dos de los mejores regalos que podemos
hacer a los niños, no podemos olvidar mantener una actitud positiva mientras
esperamos.
Todo puede convertirse en una
batalla si lo permitimos, pero si conseguimos relativizar, y abandonar la
urgencia, podremos abordar las dificultades que surjan en el día a día, con la
calma que ellos y nosotros precisamos.
Es necesario priorizar donde
queremos poner nuestra energía, de lo contrario llegará el desgaste.
No nos olvidemos que ser niño en
esta sociedad tampoco es tarea fácil.