CARLOS PAJUELO
(http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/)
PUBLICADO CON
LA AUTORIZACIÓN DEL AUTOR
Aurora y Juan son unos estupendos padres con los que estuve charlando hace
unas semanas en un centro infantil y, nada más comenzar la conversación, Juan
me espetó: Carlos, yo no sé si necesitamos ayuda de un psicólogo o de un exorcista. Laura,
nuestra hija, es una niña encantadora, divertida, alegre, habladora… pero
últimamente, y con más frecuencia, cada vez que le decimos que no a algo
que pide, se convierte en una
especie de “posesa” que grita, se tira al suelo, berrea más que
llora. En ese momento Aurora dejó resbalar dos lágrimas mientras decía “No
sabemos cómo ayudarla. No podemos con ella”, “voy a esperarla al colegio con miedo
por si me monta el numerito”.
Para empezar, les dije, tengo una buena noticia, vamos a descartar el
exorcismo y, en segundo lugar, vamos a intentar entender las rabietas como un
comportamiento “normal de niños normales” pero que requieren por parte de los
padres una manera de actuar clara y sistemática. Las rabietas son una
oportunidad para que nuestros hijos aprendan a tolerar la frustración.
Las rabietas son una conducta que se presentan fundamentalmente en dos
tipos de situaciones: la primera, cuando un niño no obtiene algo que desea. La
segunda,cuando un niño está muy cansado (esto que los padres llamamos “pasado
de rosca”).
Si echas un vistazo por el cuarto de tu hijo podrás ver que tienen de todo,
los hijos de los psicólogos también tienen un cuarto como el de tu hijo. Y no
sólo es que tengan de todo, sino que además les hemos acostumbrado:
-A mercadear, con frases del tipo
“si haces esto te doy lo otro”. Así, es normal escuchar a los niños
contestar a sus padres cuando les piden algo: “qué me vas a dar a cambio”.
- A ofrecerles regalos, muchas veces, sin necesidad de que los pidan. Os
recuerdo que, a veces, nos sentimos culpables por no dedicar el tiempo
suficiente a nuestros hijos y mediante la “cartera” intentamos calmar nuestra
culpa. A las 14 horas en las puertas de cualquier colegio, público o
concertado, padres y madres llevan guardado en el bolso lo que yo denomino un
“kit anti-pollo” y que se usa en cuanto el niño amaga con montar un numerito:
”Mira lo que te he traído”.
Cuando un niño quiere algo, en cuanto lo está pensando, lo está pidiendo.
Lo único que tiene el niño en su cabeza “dame eso”, o “quiero eso”. Y mientras,
los adultos solemos tener “verás tú el niño ahora”, “a que me monta un pollo
antes de comer”, “mira lo que te he traído (kit anti pollo)“ a que no va a
comer con el berrinche”, “otra vez no, hijo mío”, etc., etc. Toda esta serie de pensamientos van a ser
fundamentales a la hora de determinar qué comportamiento vamos a desarrollar.
Mi recomendación es sencilla, si crees que no debes atender su petición,
los padres sólo tienen que pensar una cosa, en que van a decir: “No”.
Cuando los padres me dicen que hay que razonar con los hijos, les contesto
que claro que sí. Pero, creedme, llega un momento en el que no se puede seguir
razonando cuando los niños entran en estado de rabieta. La postura más efectiva
es la de mantenernosen nuestra decisión.
No te enfades cuando tu hijo tiene una rabieta y, si te enfadas, que no se
dé cuenta. ¿Por qué nos vamos a enfadar nosotros si estamos actuando como
padres, si estamos educando? Cuando, por ejemplo, le decimos a nuestro hijo que no va a tomar
una chocolatina antes de comer, entiendo que el niño se mosquee porque prefiere
el chocolate al arroz.
Pero si le has dicho ‘No’, sólo tienes que repetírselo un par de veces, con
suavidad (no, ahora no puede ser) dale un porqué tranquilamente (ahora vamos a
comer), incluso ofrécele una alternativa (ahora vas a comer la chocolatina
después o para la merienda) y, a partir de ahí, un poco de sordera transitoria
es un buen método.
Al comienzo, cuesta mucho, pero si tú, como padre perseveras en tu
decisión, aunque tu hijo piense “prepárate para la que te voy a montar”, te
darás cuenta progresivamente de que tu hijo cada vez utilizará rabietas cada
vez menos porque no les sirven para obtener nada. Las rabietas de la infancia,
si no se educan, pueden convertirse en conductas más indeseables en la
adolescencia.
Las rabietas de nuestros hijos suelen acompañarse de una serie de “efectos
especiales” que les dan un carácter más “dramático”. Hay niños que se dan
cabezazos, los hay que se congestionan tanto que parecen explotar, los hay que
se provocan vómitos, y a veces el miedo a que les pueda pasar algo hace que
aflojemos en nuestra decisión. Cuanto más se descomponga la criatura, más
necesita que sus padres estén tranquilos y serenos.
Los berrinches y rabietas suelen generar mucho malestar a los padres y, a
nuestros hijos, además les gusta montar esos espectáculos delante de amigos y
público en general.
Cuando ves a un niño con rabieta, a uno que no sea tuyo, ¿qué piensas?:
“Ese niño, si fuera mioooo, tiene una
torta en todo lo alto” y hay hasta quién piensa: “mira qué padres, si es que
tienen una torta en tó lo alto”.
Voy a proponer que el periódico regale con el suplemento semanal un chaleco
reflectante de esos que hay que llevar en el coche. En el chaleco se leerá la
leyenda “PADRES EDUCANDO”. Así, cuando un niño monte el berre, sus padres se
colocan el chaleco, y el resto de padres, cuando pasen alrededor del espectáculo,
en vez de pensar eso de “qué torta”, animosamente dirán a los padres del de la
rabieta, “ánimo”, “aguantar”.
Cuando los padres, ante una rabieta, se mantienen firmes en sus decisiones y logran que su decisión no cambie, y se mantienen tranquilos, ese día los padres empiezan a confiar más en sus destrezas como padres.
¡Así que, ánimo!