10 formas de equivocarse cos fillos

Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
Autoría: 
Sara Tarrés

1. Dedicarles poco tiempo a causa del trabajo u otros menesteres que nos mantienen ocupados y alejados de nuestros pequeños. Esta sensación que acaba produciendo un gran malestar a muchos padres y madres acaba traduciéndose en un te lo dejo hacer todo durante el tiempo que estemos juntos. Lo que acaba siendo la segunda forma de equivocarse que destaco hoy. En este sentido te recomiendo que leas el artículo publicado en este mismo blog sobre el tiempo que pasamos con nuestros hijos y el dilema que planto sobre el tan nombrado tiempo de calidad.
2. Ser demasiado permisivos. Hay padres que se sienten tan culpables por no pasar el suficiente tiempo con sus hijos que cuando están con ellos les permiten hacer todo cuanto quieren, sin establecer normas ni límites a las conductas de sus pequeños. Este dejar hacer, este tipo de estilo educativo basado en la permisividad acaba produciendo más daños que beneficios a los niños, quienes no tienen claro hasta dónde pueden llegar.
Los padres permisivos, tal y como he explicado en otros artículos, son aquellos padres que se muestran afectuosos y comunicativos son sus hijos pero que piensan y creen que no deben poner normas ni límites, por lo que el control que ejercen en su comportamiento es mínimo o inexistente.
El amor, el cariño, la buena comunicación entre padres e hijos son fundamentales, pero la falta de normas y límites produce también desorientación y confusión. Todos debemos saber hasta dónde podemos llegar y qué es lo que se espera de nosotros, las normas y los límites son necesarios para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, seguro y es lo que se espera de nosotros, las normas y los límites son necesarios para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, seguro y estable.
3. Ser extremadamente estricto, dominante o autoritario. Ésta es la otra cara de la misma moneda. El reverso o justo lo opuesto del caso anterior. Padres que no son capaces de tolerar ningún error, padres que quieren hijos perfectos, que lo hagan todo bien a la primera, hijos que controlan a sus hijos mediante la imposición de normas y límites rígidos y severos.
 Aunque es importante y está bien poner normas y límites a nuestros hijos, si lo hacemos de un modo rígido, nada dialogante, con un exceso de control y una falta de afecto puede provocar en nuestros hijos problemas emocionales como una baja autoestima o depresión, y es posible que a la larga pueda reaccionar con mucha más rebeldía de la que podríamos esperar de un niño o de un adolescente.
4. Dar ordenes a diestro y siniestro. Permitidme esta expresión tan coloquial, pero es que en ocasiones ( y sin ser de estos padres tan autoritarios) creo que damos un exceso de ordenes a nuestros hijos que les desbordan por completo. Incapaces de llevar a cabo todo lo que les mandamos acaban por desobedecer a todo.
5. Intentar ser su amig@, dejándolos desprovistos de lo que más necesitan, un padre o una madre que les guíe y oriente. Nuestra labor como padres no es ser su amigo, aunque sí entenderles y estar a su lado siempre que nos necesiten pero a la vez debemos guiar, encauzar, y limitar algunas de sus conductas. Recordemos que el no también educa y es absolutamente necesario en la educación de nuestros hijos.
6. No dejarles crecer a su ritmo. A veces los padres a consecuencia de la sociedad en la que estamos inmersos empujamos a nuestros hijos a crecer más rápido de lo que ellos madurativamente están preparados, por ejemplo,  a que dominen pronto sus esfínteres porque así lo requiere la escuela o que aprendan a leer antes de los 5 años.  Otros  padres, al contrario, lo que impiden es justamente que sus hijos aprendan a ser autónomos e independientes, les hacen todo por ellos y en un exceso de celo y cuidado, impiden su correcto desarrollo.
7. Ser incoherentes, inconsistentes e intolerantes. Sí, muchas veces somos incoherentes con lo que hacemos y decimos, inconsistentes en las normas y consecuencias que aplicamos e intolerantes ante lo que nuestros hijos tienen que decirnos. Ser pequeño no es significa que no pueda tener razón.
8. Establecer comparaciones entre hermanos u otros niños. Si bien todos sabemos que es odioso que nos comparen con otros, los padres caemos inevitablemente en este error fatal de comparar a nuestros hijos ya sea por su comportamiento, carácter o notas escolares. Y tal y como hemos podido comprobar, comparar a un hijo con el otro no funciona como revulsivo. Comparar a nuestros hijos solo hace que aumentar la rivalidad entre hermanos, genera más celos y establece relaciones insanas que como padres podemos evitar.
9. Ser un mal ejemplo a seguir. Son muchas las veces que pedimos que nuestros hijos hagan algo que nosotros no somos capaces de hacer, cuántos de nosotros les pedimos a vociferando que dejen de gritar o hemos dado un cachete en  el culo diciéndoles que no peguen a su hermano.  Pedimos que coman frutas y verduras y nosotros no las consumimos, les exhortamos a no insultar y nosotros no dejamos de decir tacos viendo un partido de fútbol o en cualquier otra circunstancia del día a día. Situaciones como éstas nos restan credibilidad y nos deberían invitar a realizar una reflexión profunda encaminada a cambiar nuestro modo de actuar ante nuestros hijos.
10. Utilizar el miedo, las amenazas y los chantajes como forma de controlar las conductas de nuestros hijos. Sobre este tema he hablado ampliamente, los gritos, los cachetes, y otras formas de amedrantar a los niños no sirven para educar, no enseñan las conductas correctas, solo sirven para generar miedo, rabia, rencor, incluso odio.
Estos son las 10 formas de equivocarse con los hijos que hoy he querido destacar, pero podría apuntar otras 5 más que dejaré para otro artículo. De momento hay que ir paso a paso y como todo en esta vida, se trata de recuperar el sentido común, de intentar no excedernos ni por exceso ni por defecto. Como vengo diciendo desde que escribo en éste y otros espacios, la educación de nuestros hijos precisa de dos importantes ingredientes: tiempo y paciencia. Debemos ser capaces de reflexionar cómo estamos educando a nuestros hijos y qué consecuencias se derivan de nuestro estilo educativo.

Si hay algo que creemos que estamos haciendo mal es momento de ponerse manos a la obra e intentar cambiar.