1. Dedicarles poco tiempo a causa del trabajo u otros menesteres que
nos mantienen ocupados y alejados de nuestros pequeños. Esta sensación que
acaba produciendo un gran malestar a muchos padres y madres acaba traduciéndose
en un te lo dejo hacer todo durante el tiempo que estemos juntos. Lo que acaba
siendo la segunda forma de equivocarse que destaco hoy. En este sentido te
recomiendo que leas el artículo publicado en este mismo blog sobre el tiempo
que pasamos con nuestros hijos y el dilema que planto sobre el tan nombrado
tiempo de calidad.
2. Ser demasiado permisivos. Hay padres que se sienten tan culpables
por no pasar el suficiente tiempo con sus hijos que cuando están con ellos les
permiten hacer todo cuanto quieren, sin establecer normas ni límites a las
conductas de sus pequeños. Este dejar hacer, este tipo de estilo educativo
basado en la permisividad acaba produciendo más daños que beneficios a los
niños, quienes no tienen claro hasta dónde pueden llegar.
Los padres permisivos, tal y como
he explicado en otros artículos, son aquellos padres que se muestran afectuosos
y comunicativos son sus hijos pero que piensan y creen que no deben poner
normas ni límites, por lo que el control que ejercen en su comportamiento es
mínimo o inexistente.
El amor, el cariño, la buena
comunicación entre padres e hijos son fundamentales, pero la falta de normas y
límites produce también desorientación y confusión. Todos debemos saber hasta
dónde podemos llegar y qué es lo que se espera de nosotros, las normas y los
límites son necesarios para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado,
seguro y es lo que se espera de nosotros, las normas y los límites son
necesarios para que nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, seguro y
estable.
3. Ser extremadamente estricto, dominante o autoritario. Ésta es la
otra cara de la misma moneda. El reverso o justo lo opuesto del caso anterior.
Padres que no son capaces de tolerar ningún error, padres que quieren hijos
perfectos, que lo hagan todo bien a la primera, hijos que controlan a sus hijos
mediante la imposición de normas y límites rígidos y severos.
Aunque es importante y está bien poner normas
y límites a nuestros hijos, si lo hacemos de un modo rígido, nada dialogante,
con un exceso de control y una falta de afecto puede provocar en nuestros hijos
problemas emocionales como una baja autoestima o depresión, y es posible que a
la larga pueda reaccionar con mucha más rebeldía de la que podríamos esperar de
un niño o de un adolescente.
4. Dar ordenes a diestro y siniestro. Permitidme esta expresión tan
coloquial, pero es que en ocasiones ( y sin ser de estos padres tan
autoritarios) creo que damos un exceso de ordenes a nuestros hijos que les
desbordan por completo. Incapaces de llevar a cabo todo lo que les mandamos
acaban por desobedecer a todo.
5. Intentar ser su amig@, dejándolos desprovistos de lo que más
necesitan, un padre o una madre que les guíe y oriente. Nuestra labor como
padres no es ser su amigo, aunque sí entenderles y estar a su lado siempre que
nos necesiten pero a la vez debemos guiar, encauzar, y limitar algunas de sus
conductas. Recordemos que el no también educa y es absolutamente necesario en
la educación de nuestros hijos.
6. No dejarles crecer a su ritmo. A veces los padres a consecuencia de
la sociedad en la que estamos inmersos empujamos a nuestros hijos a crecer más
rápido de lo que ellos madurativamente están preparados, por ejemplo, a que dominen pronto sus esfínteres porque
así lo requiere la escuela o que aprendan a leer antes de los 5 años. Otros
padres, al contrario, lo que impiden es justamente que sus hijos
aprendan a ser autónomos e independientes, les hacen todo por ellos y en un
exceso de celo y cuidado, impiden su correcto desarrollo.
7. Ser incoherentes, inconsistentes e intolerantes. Sí, muchas veces
somos incoherentes con lo que hacemos y decimos, inconsistentes en las normas y
consecuencias que aplicamos e intolerantes ante lo que nuestros hijos tienen
que decirnos. Ser pequeño no es significa que no pueda tener razón.
8. Establecer comparaciones entre hermanos u otros niños. Si bien
todos sabemos que es odioso que nos comparen con otros, los padres caemos
inevitablemente en este error fatal de comparar a nuestros hijos ya sea por su
comportamiento, carácter o notas escolares. Y tal y como hemos podido
comprobar, comparar a un hijo con el otro no funciona como revulsivo. Comparar
a nuestros hijos solo hace que aumentar la rivalidad entre hermanos, genera más
celos y establece relaciones insanas que como padres podemos evitar.
9. Ser un mal ejemplo a seguir. Son muchas las veces que pedimos que
nuestros hijos hagan algo que nosotros no somos capaces de hacer, cuántos de
nosotros les pedimos a vociferando que dejen de gritar o hemos dado un cachete
en el culo diciéndoles que no peguen a
su hermano. Pedimos que coman frutas y
verduras y nosotros no las consumimos, les exhortamos a no insultar y nosotros
no dejamos de decir tacos viendo un partido de fútbol o en cualquier otra
circunstancia del día a día. Situaciones como éstas nos restan credibilidad y
nos deberían invitar a realizar una reflexión profunda encaminada a cambiar
nuestro modo de actuar ante nuestros hijos.
10. Utilizar el miedo, las amenazas y los chantajes como forma de
controlar las conductas de nuestros hijos. Sobre este tema he hablado
ampliamente, los gritos, los cachetes, y otras formas de amedrantar a los niños
no sirven para educar, no enseñan las conductas correctas, solo sirven para
generar miedo, rabia, rencor, incluso odio.
Estos son las 10 formas de
equivocarse con los hijos que hoy he querido destacar, pero podría apuntar
otras 5 más que dejaré para otro artículo. De momento hay que ir paso a paso y
como todo en esta vida, se trata de recuperar el sentido común, de intentar no
excedernos ni por exceso ni por defecto. Como vengo diciendo desde que escribo
en éste y otros espacios, la educación de nuestros hijos precisa de dos
importantes ingredientes: tiempo y paciencia. Debemos ser capaces de
reflexionar cómo estamos educando a nuestros hijos y qué consecuencias se
derivan de nuestro estilo educativo.
Si hay algo que creemos que
estamos haciendo mal es momento de ponerse manos a la obra e intentar cambiar.