Autoría: Sara Tarrés
Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
Un buen día, sin saber cómo
nuestro hijo nos salta con una “mentirijilla”. Nada importante ni nada grave,
algo intrascendente y totalmente inocente, porque las primeras mentiras juegan
un importante papel experimental y exploratorio y nada tienen que ver con un
supuesto signo de maldad.
“No era verdad, era broma. Te he
engañado, jaja!” , “Yo no he sido, ha sido él!!!”…
Cuando nos intentan engañar o
juegan a mantener un secreto, nuestros niños están comprobando que su mundo
interno y el nuestro son diferentes. Están constatando que sus pensamientos son
suyos y que si quieren los comparten o no. Es aquí cuando descubren que el
engaño es posible, que cuando se habla hay que tener en cuenta lo que el otro sabe
y lo que no. Esto supone un hito muy importante en el desarrollo cognitivo, ya
que constituye un primer paso hacia la superación del egocentrismo infantil y
la comprensión del mundo interpersonal.
De los 3 a los 5 años deberíamos
evitar llamarles mentirosos o ponerlos en ridículo, debemos tener cierta
tolerancia y algo de complicidad con algunas “mentirijillas” como cuando nos
dicen que su peluche preferido les ha dicho que hoy cenaríamos “chuches” y que
luego dormiría con mamá. Este tipo de mentiras son parte de la fantasía del
niño de esta edad.
En cambio, las mentiras que
tienen por objetivo evitar ser regañado, el típico “yo no he sido, ha sido él”
han de ser tratadas también sin ponernos nerviosos y llamarle mentiroso pero
hemos de hacerle saber claramente que no aprobamos las mentiras, que hay que
ser sincero y que es importante explicar siempre la verdad. Si nosotros no
utilizamos nunca la mentira con nuestros hijos ellos aprenderán más rápido la
importancia de este concepto.
Los padres, abuelos también, debemos evitar mentir o engañar a nuestros hijos ya que generan desconfianza e imitación, a parte de proporcionar una visión deformada de la realidad y del mundo en el que viven. Esto no significa que algunas informaciones no puedan darse de un modo diferente en función de la edad y que obviamente no siempre será posible explicarles todo, en algunas ocasiones tendremos que callar o ocultarles algunas informaciones.
Los padres, abuelos también, debemos evitar mentir o engañar a nuestros hijos ya que generan desconfianza e imitación, a parte de proporcionar una visión deformada de la realidad y del mundo en el que viven. Esto no significa que algunas informaciones no puedan darse de un modo diferente en función de la edad y que obviamente no siempre será posible explicarles todo, en algunas ocasiones tendremos que callar o ocultarles algunas informaciones.
Cuando el niño nos miente
ocasionalmente no tiene excesiva importancia, es cuando estas mentiras se
repiten una y otra vez. En estos casos los padres debemos preguntarnos el
motivo, la causa, el porqué. ¿Utilizamos las mentiras o somos poco sinceros con
nuestros hijos dándoles mal ejemplo? ¿Basamos su educación en el castigo, las
reprimendas y la culpa? Ante estas preguntas debemos tener en cuenta que es muy
difícil exigirle a un niño sinceridad si está creciendo en un ambiente que le
genera temor o culpa, y le engañan frecuentemente.