Como axudar aos nenos cando se separan dos seus mellores amigos ou amigas

Republicado con autorización del autor: Carlos Pajuelo

Las niñas y los niños también tienen su “mejor” amiga, su mejor amigo.
Tenemos un cerebro social, un cerebro que piensa, siente y actúa teniendo en cuenta a los demás y además es interaccionando con los demás como desarrollamos nuestra inteligencia, nuestro lenguaje, nuestra personalidad.
Las personas que nos rodean juegan un papel importante en nuestra vida, en todas las edades de nuestra vida. Desde bien temprano sentimos atracción por algunas de esas personas que nos rodean y a esas personas las llamamos amigos.
Hay niños y niñas que desde bien pequeños establecen lazos de cariño, de empatía, de bienestar respecto a otros niños, y establecen fuertes vínculos hacia ellos.
Chema tiene tres años, ha comenzado su escolarización hace seis meses y en la escuela, esa escuela en la que muchos se centran sólo en eso de aprender rápido a “leerescribirsumarrestar”, aprendió que había un niño al que le llama con nombre y apellido, con el que se le alegraba la vida, aprendió a jugar con él, estar a su lado, a compartir. Chema le llamaba amigo. Y decir amigo, ver al amigo, estar con el amigo le hacía sentirse genial.
Chema, los niños en general, solo saben de convivir con sus compañeros sin más perspectiva de futuro que vivir en el presente, sin temor a ser influenciados, lo hacen a puro corazón, al más puro “me encanta estar a tu lado”. Bendita amistad aquella que hace que disfrutar la proximidad sea lo único importante.
Pero Chema se ha encontrado, de repente, pues de repente es como nos solemos topar con la vida, que su amigo se ha ido a vivir a otra ciudad. Y está enfadado, enfadado en el colegio, enfadado en casa y pregunta que dónde está su amigo.
¿Están preparados nuestros hijos e hijas  para decir adiós a un amigo? Pues la verdad es que creo que no. Es un “palo” que de pronto tu mejor amigo se vaya a vivir a otra ciudad y de la noche a la mañana te veas privado de su compañía en la escuela.
“Ya se le pasará”, decimos los adultos, quitándole importancia a su malestar. Pues claro que se le pasará, pero lo roto está ahí. Los rotos de la infancia, los rotos de la niñez si no se tienen en cuenta, si no se les ayuda a los niños a “coserlos” pueden construir adultos descosidos.   Chema tan solo necesita ayuda de los adultos para encajar este malestar, este dolor, esta forma en que la vida le arranca de cuajo un amigo.

¿Qué podemos hacer los padres?

Hablad con el hijo o hija, hazle ver que lo que siente (la rabia, enfado, tristeza, etc.) es normal, no impidas que sienta lo que siente. No ningunees sus emociones.
Hazle ver que es una suerte tener amigos, hazle ver que cuando los recordamos nos sentimos bien.
No le des falsas esperanzas, “no te preocupes, si va a volver”. Es más sencillo, tú estás aquí y él o ella está allí.
La rabia, la pena necesitan de tiempo para irlas elaborando, para expresarlas. Entiende la rabia, pero no permitas que por estar triste crea que tiene derecho a hacer lo que quiera.
Abrázale y no te canses de decirle que tener amigos, querer a esos amigos, es lo mejor que nos puede pasar. Pero que por muchas circunstancias de la vida hay amigos a los que hay que dejar marchar.
Hay lecciones de vida que se aprenden con lágrimas en los ojos porque cuando un amigo se va se sufre, pero lo que un amigo siembra en un corazón se queda para siempre. Recuerdáselo.