Autoría: Sara Tarrés
Republicado con autorización de http://www.mamapsicologainfantil.com/
Los celos infantiles
se expresan de de distinta forma y maneras, tantas como niños y
niñas que los sienten. Pero lo cierto es que hay formas muy visibles y otras
menos, tan visibles como las rabietas, las riñas y las peleas o tan invisibles como dolores de
cabeza, de barriga o apatía con otros síntomas
que pasan desapercibidos, tanto que muchos padres ni si quiera los perciben
como tales. Son los celos silenciosos, los que van por dentro y calan hondo,
porque lo mejor es que los celos salgan, broten y se expresen sin que nadie
los reprima ni castigue.
Cuando hemos hablado de celos en
este blog lo hemos hecho de los celos visibles, de
aquellos que por su expresión tan clara y visible suelen preocupar más a los
padres. Hemos hablado de los que producen rabietas , de los niños que se portan mal para llamar la atención, de niños que
sufren abiertamente. Pero hoy vamos a hablar de esos otros celos, esos celos
silenciosos y que por no dejarse ver creemos que no existen pero están ahí. Sí,
todos, sin excepciones, todos los niños experimentan o experimentarán en alguna
ocasión algún tipo de celos ya sea hacia su hermano mayor, pequeño o hacia un
primo, pero también puede ser que sienta celos de su padre, de su madre o de
las nuevas parejas que tengamos.
No intentemos pensar que nuestros hijos son
diferentes, son niños, humanos, con sentimientos igual que otros niños y si
sienten que cualquier persona puede ser una amenaza que usurpe el amor o la
atención de sus seres queridos sentirá celos. Y los sentirá porque los celos son universales, naturales y normales.
El modo en el que los exprese es lo que diferencia un niño de otro.
Hay niños que viven
los celos adoptando una actitud de replegamiento, se apartan, se quitan de en
medio, se aíslan.
Es en estos casos cuando podemos escuchar a los padres diciendo
“Hemos tenido mucha suerte con Marta, no tiene celos de su
hermanita” En estos casos no se exterioriza ninguna hostilidad hacia el recién
llegado ni tampoco contra mamá, se trata de una hostilidad hacia sí mismo. El
niño se siente culpable de que sus padres le quieran menos. Recordemos que es
una percepción del niño, no una realidad. En estos casos los niños pueden
experimentar regresiones por ejemplo puede empezar a hablar de un modo extraño,
pedir de nuevo biberón o volver a mojar la cama. Estas son manifestaciones
bastante evidentes que nos deberían poner sobre aviso.
Es importante que
nos demos cuenta que siempre que exista amor
los celos estarán presentes. Por eso es muy importante
permitir a nuestros hijos que expresen sus emociones, y no que forcemos a
suprimir determinadas actitudes negativas. Dejemos que se enfaden, pero de un
modo controlado. Dejemos que nos digan lo que sienten abiertamente, ya
razonaremos después si es posible. Dejemos que salga el malestar e intentemos
empatizar con ellos.