Republicado
con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor:
Carlos Pajuelo
Esta tendencia patria a creernos poseedores de la razón genera el
convencimiento de que nuestras ideas son siempre mejores que las de los demás,
nuestros pensamientos más acertados, nuestro partido político el único que se
salva de la mediocridad y nuestro equipo de futbol el único que defiende la
esencia de lo que es el futbol. La razón es nuestra y los demás simplemente
están equivocados o, lo que es peor, son unos “mierdas” o unos “gilipollas”
que no tienen derecho a nada que nos molestan con sus creencias.
Lo vemos en las redes sociales continuamente y en las tertulias de los
medios de comunicación, lo vemos en nuestros trabajos, en los bares y, a veces,
en nuestras casas. Un desprecio a lo diferente que lleva a situaciones
extremas.
Los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos y una
de las bases de la educación reside en el respeto.
Respetar a los demás defendiendo tus ideas, tus posiciones, tus
creencias, mostrando el valor de tus ideas, tus argumentos y tus creencias. Y
no denigrando, difamando, ofendiendo, a los que piensan de forma diferente.
Respetar tus ideas puede llevarte a hacer proselitismo de ellas, a
defenderlas, a hacer de ellas tu modo de vida. Pero si no respetas las
ideas de los demás, por mucho que te resulten molestas, por mucho que te creas
superior moral o intelectualmente, solo serás un forofo, más o menos “hooligan”
pero forofo.
Llamar “mierdas” a los que no piensan como tú solo demuestra nuestra propia
incapacidad para defender nuestras ideas. Más defensa de nuestros
valores y menos soberbia intelectual o moral.
Espectáculos de odio mutuo como al que hemos asistido con la reciente
muerte de un torero son una evidencia de que aún tenemos mucho que aprender.
Nos obligan a plantearnos qué es lo que queremos trasmitir a nuestros hijos.
Y entre tanto odio, nos encontramos con una bocanada de aire fresco, un
niño portugués, con su bandera en la mano, nos dio una lección de empatía, de
respeto, al finalizar la copa de Europa. Consoló a un hincha del equipo
contrario que lloraba por su derrota y cuando se aseguró de que el perdedor ya
no estaba presente desplegó su bandera. No quiso que su júbilo pudiera
herir a otros. Si lo hace un niño lo podemos hacer todos. Si nos lo enseña un niño es que debe ser fácil enseñarlo. Mira a tus hijos y piensa si te gustaría que defendieran sus ideas ofendiendo a los demás. Pues da ejemplo.