Republicado
con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor:
Carlos Pajuelo
“Mi
hija no me habla”, esto es lo que me dijo, el otro
día, una amiga que estaba preocupada porque su hija se había enfadado con ella,
por cualquiera de los infinitos motivos que un hijo puede encontrar
para dejar de hablarles a sus padres, y que esa actitud de rebeldía silenciosa
se iba acentuando con el paso de los días. Me dijo que estaba desesperada y que
no sabía qué podía hacer, “Carlos,
¿qué puedo hacer?”. Y yo le pregunté, “¿y tú le hablas a ella? Pues
tampoco, me dijo
tajantemente.
Educar hijos, sobre todo cuando éstos son adolescentes o postadolescentes (que
son esos que ya son más mayores y viven en nuestras casas a menudo como si
estuvieran en un hostal, eso si hostal con servicio de lavandería y cocina), es
una tarea en la que inevitablemente surgen los conflictos y más de una vez utilizamos
como forma de resolver ese conflicto el silencio. Nos dejamos de hablar hasta
que se nos pase el enfado.
A
veces, ese enfado se enquista y se hace continuo
en el tiempo. Conozco alguna historia triste de padres e hijos
que no se hablaban y en ese tiempo de pertinaz silencio un accidente, una
doméstica tragedia, se lleva por delante la vida de un padre o de un hijo
que no se hablaban y que desde ese momento nunca más podrán hacerlo. Nuestra
vida es frágil, la vida no se detiene, no hay posibilidad de dar al botón de
“pausa”. Se vive, se vive tal y como la vivimos. Y esto, te recuerdo, lo
enseñamos los padres desde que nuestros hijos son pequeños. No lo olvides.
Qué hacer si tu hijo no te habla
En
primer lugar, entender las razones de su enfado,
aunque a ti no te parezcan suficiente, es SU enfado. Entender no significa que
estés de acuerdo. No le digas que ese es un comportamiento pueril, que no tiene
razón, etc., etc. Todos tenemos derecho a sentirnos enfadados o molestos.
En
segundo lugar, una vez que conocemos la causa de su enfado podemos determinar si debemos de dar alguna
explicación o disculparnos, de pedir perdón porque nuestro
comportamiento haya molestado, te recuerdo que a veces los padres decimos cosas
a nuestros hijos que llevan una carga considerable de “mala leche” o bien,
podemos decirle a nuestros hijos que entendemos
que les haya molestado nuestra acción o nuestra decisión pero que eso es parte
de nuestra tarea de educar.
En
tercer lugar, tú no dejes de hablarle.
Aunque no te conteste. Háblale. ¿Qué no te llama por teléfono?, pues llama tú,
no de manera insistente pero si frecuente. Mantén siempre la disposición al
diálogo. Siempre. Sin desaliento, sin desanimo.
En
cuarto lugar, no olvides que tener diferentes ideas políticas,
diferentes estilos de vida no significa que tu hijo o hija estén equivocados.
Enseña, practicando, el respeto a lo que es diferente a ti. Todos los padres
deseamos que nuestros hijos tengan sus propias convicciones para que sean menos
influenciables y el día que tienen sus propias ideas, ¿los vas a criticar?
En
quinto lugar, padres e hijos tenemos derecho a estar
enfadados. Pero
hasta estando enfadados podemos encontrar la
manera de continuar hablando a los que más queremos. Así le enseñaras a tus hijos
que el rencor es un lastre.
¿No le hablas a tu hijos? Ya
estás tardando, llama. Eso es dar ejemplo.