Si educar no es controlar ¿Por qué necesitamos controlar tanto a los
niños?
Autoría: Sara Tarrés
Republicado con autorización de: https://www.mamapsicologainfantil.com
Educar no es controlar aunque
muchos padres y madres no saben relacionarse de otro modo con sus hijos. Ésta
es una de las muchas cuestiones que plantea Tania García en “Educar sin perder
los nervios. Guía emocional para transformar tu vida familiar” y que conforma el
segundo capítulo de este maravilloso y necesario libro. Publicado por la
editorial Vergara del grupo Penguin Random House.
Ciertamente si educar no es
controlar ¿por qué necesitamos controlar tanto a nuestros hijos? Tania García
da su visión sobre el tema de una forma muy cercana y acertada. Leyéndola no he
podido más que reflexionar sobre este tema, cosa que me ha impulsado a escribir
este post a la vez que te recomiendo el libro, del pronto podrás leer la reseña
completa aquí. Pero vamos al tema que nos ocupa: entender la educación de
nuestros hijos lejos del control que ejercemos sobre ellos.
educar no es controlar
Para empezar a enmarcar este
asunto deberíamos formularnos una cuestión previa que no es otra que : ¿Qué nos
impulsó a ser padres? Ante esta pregunta cada uno de nosotros responderemos de
una forma muy distinta pero seguro que entre todas nuestras respuestas no
encontraremos ninguna que diga “para controlar a mis hijos”.
El inicio de la confusión: cuándo
educar pasa a ser controlar.
Es improbable que nadie desee
tener hijos para controlarles pero lo cierto es que una vez tenemos a ese
pequeño ser entre nuestros brazos ocurre algo muy curioso: nos invade el miedo
y necesitamos tenerlo todo bajo control.
Y aquí empieza todo. Veámoslo con
más detalle.
Desde los primeros días hasta más
allá de la adolescencia
Desde los primeros días de vida de nuestro
hijo o hija empezamos a ejercer un control excesivo sobre ellos. Y ese control
no es otra cosa que el intento de contener nuestros propios miedos. Miedo a no
ser buenos padres, miedo a que no sean felices, miedo a que no lleguen a ser
quienes nosotros planeamos que sean, miedo a que no tengan un buen futuro,
miedo a que suspendan, miedo a que otros padres nos juzguen … y así hasta el
infinito y más allá.
Sí, ya desde el mismo inicio de
nuestra paternidad o maternidad, en la gran mayoría de casos (entre los que yo
misma me incluyo) pasa lo siguiente:
- Queremos controlar sus ritmos biológicos de sueño y alimentación.
- Intentamos controlar sus emociones.
- Tratamos de controlar sus estudios.
- Deseamos controlar sus amistades.
- …
En definitiva pretendemos que
piensen, sientan y actúen como nosotros lo haríamos y nos olvidamos que
nuestros hijos son personas diferentes, únicas y singulares. Al no cumplirse
nuestras expectativas nos genera profundo sentimiento de frustración.
Te explico punto por punto qué
ocurre y te invito a que reflexiones junto a mí y que luego me escribas si lo
crees necesario. Debido a un problema técnico parece ser que los comentarios no
funcionan por lo que te invito a escribirme que encontrarás en el apartado
contacta conmigo.
Queremos controlar sus ritmos
biológicos de sueño y alimentación.
Ya desde un primer momento
queremos que nuestros hijos coman y duerman cuando nosotros decidamos, pero lo
cierto es que los bebés y los niños, como personas independientes que son,
tienen sus propios ritmos. Y éstos no suelen coincidir con los nuestros. Y
aunque los hábitos y las rutinas ayudan mucho a sincronizarnos, no siempre se
cumplen nuestras expectativas.
Lo sabes bien, porque así lo
vives o lo has vivido. A veces nuestros hijos no tienen hambre y se niegan a
comer. En otras ocasiones no quieren dormirse si no es en nuestra cama o en
nuestros brazos. Situaciones que, por lo general y debido a nuestro propio
cansancio, suelen frustrarnos y enfadarnos. Situaciones a las que nos
enfrentamos sin saber cómo actuar. Y como que no existe manual de instrucciones
ni fórmulas mágicas que nos digan cómo proceder acaban generándonos más
confusión, ansiedad y necesidad de control.
Y lo mismo ocurre en los
siguientes puntos, porque es el miedo a no saber qué hacer o la ansiedad que
nos produce no saber si lo que estamos haciendo está bien lo que nos empuja a
querer tenerlo todo bajo control.
Intentamos controlar sus emociones.
Sobre los 2 años sucede que llega
ese momento en el que nuestros hijos empiezan a ser más conscientes de su
propio yo. Es justo en este momento en el que suelen iniciarse las temidas
rabietas. Esa forma de expresar su desacuerdo o frustración que los padres no
entendemos y que deseamos evitar a toda costa.
A los padres nos cuesta mucho a
estar las emociones desagradables de nuestros hijos. No queremos que se
enfaden, ni que lloren, ni que tengan miedo … de modo que intentamos controlar
todas sus emociones y lejos de ayudar a gestionarlas tendemos a reprimirlas y a
negarlas. Algo totalmente contraproducente que genera más frustración en los
pequeños y en nosotros mismos.
Tratamos de controlar sus
estudios.
Y ¿qué me decís de cuándo
empiezan el cole y deben estudiar y hacer deberes? Este es otro de los momentos
clave y del que tanto hemos hablado y debatido psicólogos, maestros y
profesores. Padres helicóptero, madres tigre, y un sin fin de padres y madres
sin etiquetar que cada día se sientan al lado de sus hijos para hacer con ellos
los deberes y ayudarles a estudiar.
Porque este es otro de los
grandes miedos que sentimos los padres de hoy en día y que expresamos en forma
de control excesivo sobre nuestros hijos: miedo a que nuestros hijos no saquen
buenas notas o lo que es peor: que no sean los mejores.
Y aquí me permito citar a
Cristina Guitiérrez Lestón, experta en educación emocional, y haceros la
reflexión que ayer en su ponencia en el Emotour19 nos planteaba:
¿Qué queréis
para vuestros hijos: que sean los mejores niños del mundo o que sean los
mejores niños para el mundo? Y sin duda mi respuesta es clara, yo no quiero el
mejor niño del mundo, deseo educar a mis hijos para que sean los mejores niños
para el mundo. Pero … ¿cómo se hace esto? En primer lugar dejando que tomen sus
propias decisiones y que permitiendo que se equivoquen, alimentando su autoestima,
nutriendo su confianza, … y por supuesto no proyectando nuestros miedos y
frustraciones sobre ellos.
Deseamos controlar sus amistades.
El control de las amistades es
otro de los grandes temas. No son pocos los padres que se dedican a escoger los
amigos perfectos para sus hijos desde el mismo día que entran en el aula de
educación infantil. Padres y madres que buscan el amigo ideal para su hijo se
codee con lo “mejorcito” y se aleje de lo que consideran menos recomendable.
Por decirlo de una forma elegante.
Y es verdad que las malas
compañías pueden ejercer una muy mala influencia en una etapa crucial como es
la adolescencia. No lo negaré, porque sería mentir. Sin embargo, si los padres
hemos ejercido de padres y hemos educado en lugar de controlado habremos sabido
transmitir las herramientas necesarias para que nuestros hijos sepan escoger
quienes son las personas más adecuadas con las que desean compartir su camino.
Y ¿cuáles son estas herramientas? Autoestima, autoconfianza, asertividad,
empatía, en definitiva habilidades sociales, o lo que es lo mismo: inteligencia
emocional. Algo que no se aprende cuando no te dejan ser quien eres y te
controlan excesivamente.
Educar significa guiar,
ser luz
en la oscuridad
no control y dominio
Educar no es controlar y dominar.
Educar significa guiar y ser luz en la oscuridad. Educar es ofrecer
oportunidades de desarrollo, confiar en el otro, permitir que aprenda de sus
errores. Y aunque es cierto que los debemos poner normas y límites, porque son
absolutamente necesarias para nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado,
estable y seguro, confiando en nosotros, no debemos confundirnos y ejercer
nuestra autoridad con autoritarismo.
Para educar sin dominar debemos
gestionar nuestros miedos. Ser más empáticos con nuestros hijos, escucharlos
más y castigarles menos. Desarrollar nuestra propia inteligencia emocional para
poder ayudarles a ellos. Nuestros hijos necesitan padres que les escuchen, que
acepten sus emociones, que las validen, que les ayuden a identificar lo que sienten,
que les ofrezcan alternativas de conducta. Nuestros hijos necesitan padres
menos asustados que promuevan su independencia, autonomía y seguridad en ellos
mismos. Y esto, queridos papás y mamás, no se consigue con control y dominio.