Autoría: Elena Roger Gamir
(pedagoga)
Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com
“Quién no comprende una mirada,
tampoco comprenderá una larga explicación".
Proverbio árabe
Lo que no sirve.
- No sirve de nada decirle que se tranquilice, que no es para tanto. Que ya pasará.
- No sirve enfadarse porque grita, nos insulta o nos acusa de sus males.
- No sirve juzgarlo diciendo que se lo ha buscado, que debía haberlo pensado antes de tomar la decisión. Que ya estaba avisado. Que pasan estas cosas cuando uno no se para a pensar las consecuencias. Que a lo hecho, pecho. Que ya le toca madurar y aprender alguna lección.
- No sirve para nada…constructivo…
Pero sí que sirve con absoluta
eficacia para alejarnos de él y herirle. Para aumentar su sensación de fracaso,
para que nos odie más y fomente su idea sobre nuestra culpa sin valorar su
parte de responsabilidad.
Lo que sirve
Lo único que sirve es preguntarse
en ese momento qué es lo que le ha llevado a actuar así a nuestro hijo, que
necesidad tiene que no está satisfecha para así entender cómo se siente.
Si entendemos cómo se siente
mirando más allá de su comportamiento, seguramente también cambiará la decisión
que tomemos sobre cómo actuar en ese momento.
Si somos capaces de ver más allá
de su ira, es posible que veamos a una persona que siente indefensión o soledad
o miedo o frustración o decepción. Incluso vergüenza o desesperanza. Y entonces
nuestra estrategia de intervención puede cambiar.
Ya no reaccionaremos de manera
automática ante su ira sino que podremos valorar otro tipo de respuestas
encaminadas a acompañar otro tipo de sentimientos y, por lo tanto, necesidades
y pensamientos.
- Quizás decidamos no decir nada y escuchar.
- Quizás no sepamos qué hacer ni cómo manejar nuestras emociones por lo que podemos decidir alejarnos a pensar sin hacerle sentir culpable: “Hijo, no estoy en condiciones de hablar en este momento. Como te quiero y no quiero herirte, me voy de aquí para poder pensar. Así también te dejo un espacio para poder pensar tú”.
- Quizás elijamos mejor nuestras palabras, intentando no herir más todavía a una persona herida, buscando comprender, negociar o buscar soluciones alternativas.
- Quizás sea el momento de hacer preguntas estratégicas, encaminadas a hacerle ver su parte de responsabilidad, el error y las soluciones posibles.
- Quizás nos demos cuenta de que él o ella no están en las mejores condiciones de escuchar, ni ese es el mejor momento o lugar para hablar de este tema. Ni siquiera es el mejor momento para ti pues hablarás o actuarás desde una emoción excesiva, sin filtrar tus pensamientos.
- Quizás aprovechemos para expresarle nuestra compasión, dejando el sermón para más adelante, comprendiendo cómo se siente.
- Quizás tengamos la calma necesaria para preguntarnos si lo que vamos a hacer o decir ayuda a que nuestro hijo se enriquezca, a que haga un aprendizaje y se modifique. Si la respuesta es NO, tendremos la oportunidad y paciencia necesaria para cambiar de estrategia sin herirle.
El resultado
Lo que es seguro es que ya no
reaccionaremos como lo habríamos hecho si no hubiéramos pensado en lo que de
verdad se esconde tras esa explosión. Y ENTONCES TODO CAMBIA.