Republicado con autorización del autor: Carlos Pajuelo
Castigar también es educar, pero hay que saber castigar.
Que los hijos dan “guerra” es una realidad que la mayoría de
las madres y padres viven mientras educan a sus hijos.
Más de una vez en este blog hemos hecho referencia a que
este batallar con los hijos genera “malestar”, un lógico, normal y natural
malestar que obedece, no a una incompetencia de padres y madres (que no son
omnipotentes) sino a que los hijos están
en construcción, son aprendices y por lo tanto tienen muchas posibilidades de
equivocarse.
Y como tienen muchas posibilidades de equivocarse esta es la
razón por la que los hijos tienen madres y/o padres, para que los guíen con
normas y límites.
¿Hay normas en tu casa?, ¿tienen límites las conductas de
tus hijos? Si la respuesta es sí, te recuerdo que entonces hay muchas
posibilidades de que se las salten o intenten saltárselas.
Y ¿qué hacemos cuando se las saltan o las incumplen? Pues
elige: aplicas consecuencias o clamas venganza.
Castigar no es perder el control mientras retiramos
privilegios a diestro y a siniestro, castigar es simplemente hacer ver, y
sentir, a nuestros hijos que sus conductas tienen consecuencias.
1.- Las consecuencias son el resultado lógico y esperado del
incumplimiento de una norma. Si tú no haces X, entonces no podrás hacer Y. Y tu
aprendiz de modorro o modorra te dirá “me da lo mismo”. La venganza es la
manera en la que les trasmitimos, tú me fastidias y ahora te fastidio yo a ti y
si puedo el doble, a lo que tu hijo también contesta con un “me da igual”.
2.- Las consecuencias están determinadas desde el mismo
momento en el que aparece la norma. La venganza nos asalta dependiendo de cómo
nos frustre la conducta de nuestro hijo.
3.- Las consecuencias no requieren de alteración emocional
por parte de los padres y madres, simplemente recordamos a nuestros hijos cual
es la consecuencia de sus conductas y las aplicamos sin necesidad de muchos
discursos. Mientras que la venganza va acompañada de la famosa ingurgitación
yugular, mensajes emocionales (bien de ira incontenida, bien de peligrosa
ironía, bien de sentimientos lastimeros).
4.- Las consecuencias son inalterables permanecen igual día
tras día. La venganza hace que cada vez te vuelvas más maquiavélico pensando
dónde le puedes dar que le haga más daño.
5.- Las consecuencias dan seguridad a los que educan y a
nuestros hijos pues pueden anticipar sin la menor duda qué es lo que va a
ocurrir; mientras que la venganza te lleva a un círculo vicioso de inseguridad
en el que cada vez te sientes más perdido, más avinagrado, más enfadado, más
asustado.
Te recuerdo que tú, madre o padre, eres el que está
educando, así que cómo te vas a enfadar por hacer lo que tienes que hacer.