Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com
Autoría: Sara Tarrés
Existen ciertas dinámicas familiares
que acaban produciendo un enorme desgaste emocional en padres e hijos.
Dinámicas que desesperan y generan frustraciones importantes en todos los
miembros de la familia. Dinámicas que solo los padres podemos romper, aunque no
voy a mentir, no es sencillo ponerles fin y menos pretender hacerlo de un día
para otro. No obstante, es importante
que intentemos no caer en un bucle de enfados y decepciones que desgastan la
relación entre padres e hijos.
¿Qué nos desgasta tanto
a padres e hijos?
El desgaste emocional parte, sin
duda alguna, de los padres. Y es de nosotros que se extiende a los niños de los
que quizás, y siempre digo quizás, esperamos más de lo que deberíamos.
Las altas expectativas
Sí, las altas expectativas
generan frustración y enfados. Frustración y enfados manifiestos tanto en los
adultos que intentamos educar como en los pequeños que solo intentan aprender.
Cuando los padres tenemos altas
expectativas sobre nuestros hijos es más frecuente que nos enfademos cuando su
comportamiento no se ajusta a lo que esperamos de ellos. Y entramos en una
dinámica en la que nadie se siente bien con lo que dice o hace.
Los niños se frustran porque ven
que sus padres nunca están satisfechos con ellos o siempre les riñen por todo.
Y los adultos, al entrar en una lucha agotadora para conseguir que nuestros
pequeños sean o hagan aquello que nosotros desearíamos, nos frustramos más y
más al ver que no lo conseguimos. Olvidando que una de las tareas más
importantes de ser padres es aceptar a nuestros hijos tal y como son, con sus
más y sus menos, con sus cualidades positivas y con todas aquellas que aún
tienen por mejorar y guiarles para que logren ser adultos responsables sin
negarles la oportunidad de ser quienes son.
La falta de tiempo
Otro factor que nos desgasta
enormemente, especialmente a las madres (a pesar de que hoy los padres se
involucran cada vez más en la crianza de los hijos) es la falta de tiempo que
experimentamos al tener que estar todo el tiempo sobre nuestros hijos.
Estamos ahí para ayudarles a
cuando se visten, se hacen la cama o se preparan la mochila del cole. Seguimos
ahí para llevarles de aquí para allá,de parque en parque o a las diferentes
clases extraescolares, cansadas les ayudamos a hacer sus deberes, ducharles,
darles la cena y finalmente acostarles.
La solución es dejar espacio para
que nuestros hijos desarrollen la autonomía suficiente para que aprendan a
realizar sus quehaceres diarios ellos solos y dejar de sobrevolar sobre sus
cabezas. Un exceso de protección genera
dependencia y provoca inseguridad en los niños. Un niño sobreprotegido será un
niño que se sentirá permanentemente amenazado y en peligro, por lo que siempre
requerirá nuestra atención.
Así, si queremos más tiempo para
nosotros y no sentirnos tan desgastados debemos promover la autonomía de
nuestros hijos desde que son pequeños, permitiéndoles que vayan haciendo
diferentes tareas sin miedo.
Recordemos que el hecho de que
nuestros hijos tengan mayor autonomía no es dejarles totalmente solos.
Significa que van adquiriendo confianza en sí mismos para hacer sus cosas con
la certeza de que siempre nos tendrán a su lado para apoyarles cuando lo
necesiten.