Autoría:
Irene
Seguranyes (Psicóloga infantil)
Republicado con autorización de http://www.educapeques.com/
Cuando
hablamos de límites, muchas veces pensamos en castigos,
prohibiciones y regañinas. Parece que los límites sean algo
negativo y por ello muchas veces sentimos algo de culpa o de
incomodidad al aplicarlos. Sin embargo, los límites no son algo
negativo.
Los
límites son como una carretera por la que transcurren los coches.
Necesitamos esa carretera porque nos marca el camino más seguro y
directo hacia el lugar al que vamos. Nos hace bien. Ir fuera de ella
nos pondría en peligro a nosotros o a otras personas.
Poner
límites es guiar
Poner
límites es guiar y eso es algo muy positivo, además de
imprescindible para los niños.
Entonces,
¿porqué esa connotacion tan negativa? Porque a veces la forma en
que se dan esos límites no es la mejor.
Cuando
ofreces límites des del miedo, la inseguridad o la rabia, lo más
normal es que te sientas mal y tu peque también. Hacerlo así duele
más que beneficia.
En
cambio, cuando ofreces límites des del amor, la comprensión y la
calma, sentirás que estás haciendo lo mejor para tu peque, y él
también lo sentirá así. Eso si es una guía positiva y
enriquecedora para los niños.
Fíjate
en el sentimiento que hay detrás de ese límite. Intenta aislarlo de
otros sentimientos que interfieren, como tu cansancio previo o otras
preocupaciones que no tengan que ver con el límite en sí.
Sea
cual sea el límite, ¿Porqué se le estás poniendo? ¿Es bueno para
él? ¿Le protege? ¿Le facilita la vida? Entonces puedes hacerlo con
todo el amor de tu corazón y con la seguridad de que así debe ser y
será.
Límites
Cuando
lo haces con este sentimiento es mucho más fácil utilizar un tono
de voz dulce pero firme a la vez. Tu mensaje también es más claro y
directo, no hay tantas interferencias (reproches, comentarios
negativos…). Sentir amor y calma cuando das un límite te permite
centrarte en lo importante y hacerlo de la mejor manera posible.
De
esta manera tu peque recibe el límite con una actitud más
receptiva. Percibe esa calma, entiende que no es un juego ni una
lucha, sino simplemente una pauta, un hábito que le hace sentirse
bien.
Sin
embargo, cuando se trata de sentimientos, a veces son difíciles de
controlar. Sobre todo cuando ya hemos entrado en un espiral de
gritos, peleas y lloros. Cuesta cambiar el prisma porque eso
significa que también cambiarán muchas dinámicas de la casa y eso
es difícil para todos.
¿Pero
a quién le gusta seguir en esa dinámica?
El
cambio es para bien, así que vale la pena reflexionar sobre esos
sentimientos y dar fuerza a toda la bondad que hay en tu intención.
Entonces, desde esa seguridad y convicción, te saldrán las palabras
correctas con el gesto y el tono más adecuado.
Si
ves que te empiezas a tensar o tu peque no colabora, antes de alzar
la voz, retírate un momento. Respira hondo y busca de nuevo la
calma. Cuando te acerques otra vez a tu peque podrás hablar con la
firmeza suficiente para que entienda tu seriedad sin necesidad de
llegar a los gritos.