Autoría:
Sara Tarrés
Republicado
con autorización de
www.mamapsicologainfantil.com
Últimamente
observas cómo tu hijo protesta y se queja por todo cuanto le dices o
le propones. Se ha vuelto gruñón, protestón, cascarrabias,
malhumorado, aguafiestas y ceñudo. Parece que nada de lo que hagas,
propongas o sugieras le venga bien. Se está convirtiendo en uno de
esos niños que a pesar de tenerlo todo se pasa el día refunfuñando
y protestando, un pequeño cascarrabias capaz de arruinar cualquier
fin de semana o actividad si no aprendes a poner punto y final a sus
constantes quejas.
Pero
la cuestión es qué le está pasando para que se comporte así. ¿Es
normal? ¿Forma parte de la propia evolución de nuestro hijo o
debemos preocuparnos y observarle atentamente? Entender qué origina
esas protestas y qué las mantiene en el tiempo nos permitirá ir
reduciéndolas y cambiar el modo de estar en el mundo de nuestro
pequeño gruñón.
5
importantes motivos desencadenantes de protestas y quejas en los
niños
Existen
muchos motivos por los que los niños se vuelven protestones,
gruñones y quejosos, pero estos 5 son los que consideramos como los
más habituales e importantes:
Vivir
bajo un exceso de normas y límites. Los estilos educativos rígidos,
autoritarios o demasiado estrictos suelen producir, en muchos casos,
el efecto contrario de lo que se pretende. Los niños se rebelan
contra los límites, normas y figuras de autoridad cansados de oír
reproches, recibir sanciones o privaciones de cualquier tipo y por
cualquier cosa que pretendan hacer.
Aprendizaje
del entorno familiar. Sabemos que los niños aprenden
mayoritariamente observando, imitando y probando conductas que ven en
otros, especialmente las que realizan sus figuras de referencia
(papá, mamá, hermanos mayores, maestros y profesores). Las
demostraciones afectivas como el enfado, las malas caras o las malas
contestaciones también se aprenden. Debemos tener cuidado con el
modo de actuar delante de ellos para no contagiarlos con nuestra
negatividad. ¿Somos unos padres que nos quejamos de todo cuánto
hacen nuestros hijos? Si proyectamos alegría los veremos felices,
alegres, llenos de vitalidad, oiremos sus risotadas y les veremos
brillar alrededor nuestro. En cambio, si lo que exhibimos es continua
desesperación, frustración, rabia, enojo recibiremos con toda
seguridad mucho de lo que hemos ido sembrando: niños malhumorados
que se enfadan por todo, que lo contestan todo y que no disfrutan con
nada. En ocasiones se trata de un efecto transitorio producto de una
fase evolutiva, pero en otros se trata de un aprendizaje emocional y
conductual.
Estar
pasando por una fase normal del desarrollo infantil. A lo largo del
desarrollo de nuestros hijos es posible que pasen por distintas
etapas en las que se muestren más tercos, obstinados y protestones.
Por ejemplo entre los 2 y 5 años los pequeños viven una etapa de
autoafirmación en la que las negativas y protestas son constantes,
de igual modo ocurre durante la adolescencia, un momento vital en la
que los niños sienten la necesidad de irse desmarcando de las pautas
familiares para reivindicar su propio modo de pensar.
Ser
una respuesta a los celos que siente hacia su hermano o hermana. Si
bien los celos infantiles son universales y naturales son también
dolorosos y dañinos. Los celos causan grandes cambios de conducta en
nuestros hijos por lo que debemos procurar tratarlos con cautela, con
mucha mano izquierda y sobretodo con paciencia.
Una
forma de llamarnos la atención. Este factor puede estar ligado al
anterior en muchos casos, en otros aparece sin necesidad de que haya
otro hermano o hermana del que se sientan celosos. Sea como sea
debemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿Es posible que crea que
cuando se queja le prestamos más atención? Muchas veces nuestros
hijos se sienten solos a pesar de que estemos a su lado, necesitan
constantemente sentirse el centro de atención, sentirse queridos,
valiosos y personas con pensamientos a tener en cuenta. Vamos con
tanta prisa que en muchas ocasiones no tomamos en cuenta sus gustos,
sus preferencias, sus pensamientos, sus deseos de hacer o no hacer
alguna cosa. Hacemos y deshacemos sin tenerlos en cuenta y son
personas con criterio propio, aunque este no esté del todo tan bien
formado como el nuestro. Aun y así debemos permitir que tomen
también ellos pequeñas decisiones.
¿Cómo
actuar ante un niño protestón, quejica o gruñón?
Todo
dependerá de qué esté causando las protestas, las quejas o el
malhumor de nuestro hijo. Como hemos ido anotando, los factores son
variados, por lo que en primer lugar debemos hacer un análisis de la
situación y el tipo de dinámica familiar en la que nos movemos.
Sea
cual sea la conclusión a la que lleguemos tendremos que adoptar
soluciones diferentes, aunque el objetivo siempre será que nuestro
hijo encuentre el equilibro necesario para gozar de la vida y de las
actividades que le proponemos.
Conocer
y descubrir qué es lo que genera ese malestar nos permitirá
trabajar el camino para el cambio de actitud en nuestros hijos. Lo
que seguro que no debemos hacer es ignorar sus quejas aunque en ese
instante no respondamos a ellas. Entrar en confrontaciones tampoco
servirá de nada más que para empeorar el ambiente familiar. Por
tanto, como padres responsables de la educación de nuestros hijos,
debemos mostrarnos tranquilos antes estos comportamientos. Esto no
significa ceder a sus protestas, pero sí escucharlas e intentar
entender los detonantes.