Republicado con
autorización de Laura Cifuentes (http://www.escueladesuperpadres.es/)
Mi hijo
no arregla la habitación y siempre estoy yo detrás. Todos los días se lo repito
pero sigue sin hacerme caso ¿Qué puedo hacer?
Muchos
niños no adquieren los hábitos de orden y limpieza, bien porque no
se les han inculcado o bien porque ha sido la mamá quien se ha encargado
del orden de su habitación desde bien pequeño. Llegan a la adolescencia
sin esos hábitos, y junto al entresijo emocional y hormonal, se une un desorden
de su habitación que llega a crear muchos conflictos entre los
adolescentes y sus padres.
En este
artículo vamos a ver seis consejos sobre que se puede hacer cuando
“Mi hijo no arregla la habitación” y evitar esos conflictos:
1.
Definir los objetos a ordenar: quizá
para nosotros esté muy claro lo que hay que ordenar en una habitación, pero
siempre es mejor si marcáis cuáles van a ser las cosas que tiene que limpiar y
ordenar (juguetes, cama, libros, ropa, mochila del colegio, etc.)
2.
Ayúdale al principio: échale una
mano con las tareas, ponte con tu hijo y enséñale paso a paso cómo
recoger, dónde guardar las cosas y cuándo se debe recoger.
3.
Explícale claramente lo
que se espera de él: puedes incluso escribirle las normas en una pizarra en su
habitación, en las que indique que tiene que hacer de forma concreta y clara y
así pueda saber que se espera que haga.
4.
Ofrécele modelos coherentes: como
siempre, el ejemplo es el mejor de los aprendizajes. Si tu hijo ve cómo lo
haces y que el resto de la casa está ordenada será más fácil para él adquirir
ese hábito. Si por alguna situación, tu casa es un caos, no esperes que su
habitación no lo sea.
5.
Ofrécele incentivos lógicos:
no es necesario un premio material, pero sí un “muy bien”, “está muy ordenado,
enhorabuena” u ofrecerle que si arregla la habitación podrá ver diez minutos su
serie favorita. Siempre en lenguaje de refuerzo y no de castigo. En vez de “si
no lo arreglas, te castigo” prueba con “si lo haces, te premio”.
6.
Evita recogerle la habitación: si
pretendes que interiorice ese hábito, le haces un flaco favor si terminas
arreglándoselo tú, pues puede aprender que si lo va dejando, terminarás por
hacerlo tú.