Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com/
Autoría: Jennifer Delgado
– Los niños/as grandes no lloran…
– Eres un/a llorica…
– No debes enfadarte por eso…
– Eres un niño/a malo/a por pensar así…
Es probable que estas frases te resulten familiares y te
remonten directamente a tu infancia. De hecho, quizá hasta las repites sin
darte cuenta a tus hijos.
Estas frases, y muchas otras que escuchamos a diario, aparentemente
no tienen nada de malo ya que su objetivo es lograr que los niños controlen sus
pensamientos y emociones negativas. Sin embargo, el problema es que a través de
ellas transmitimos una idea errónea: la idea de que somos “malos” porque
experimentamos determinadas emociones o pensamientos que la sociedad ha
catalogado como negativos.
A partir de ese momento, el niño comienza a sentirse
inadecuado porque siente y piensa cosas que no debería sentir ni pensar. Sin
embargo, no sabe cómo deshacerse de esas emociones y pensamientos. Como
resultado, para obtener la aprobación social y no ser reprendido, aprende a
esconder esos sentimientos.
No obstante, cuando intentamos evitar una parte natural de
nuestra condición humana, como puede ser la tristeza, el dolor, los celos o la
ira, estas sensaciones no desaparecen, sino que se enquistan en el
inconsciente, determinando desde allí nuestras decisiones y estado de ánimo.
Debemos recordar que no podemos elegir cómo nos sentimos, pero podemos elegir
qué hacer con esas emociones y pensamientos.
Por eso, los padres tienen una enorme responsabilidad:
enseñarles a sus hijos a gestionar las emociones y pensamientos que la sociedad
cataloga como “negativos”. ¿Cómo lograrlo?
Incitándoles a “sentarse” con esas emociones e ideas
negativas, para que puedan entender el mensaje que tienen que transmitir. No se
trata de huir de ellas o reprimirlas sino de comprenderlas y reencauzarlas.
La imaginación: una poderosa herramienta para que los niños
aprendan a gestionar sus emociones y pensamientos “negativos”
1. Imaginar que los pensamientos son como trenes
Esta técnica se basa en la sabiduría budista, según la cual,
si no oponemos resistencia a los pensamientos y emociones que nos molestan, estos
terminarán abandonándonos.
Es comprensible que algunas de esas sensaciones no le gusten
o que incluso le asusten o sobresalten. Sin embargo, si no se centra en ellas,
ese pensamiento o emoción, al igual que el tren, seguirá adelante y lo dejará
libre para que pueda recuperar la serenidad.
2. Un apretón de manos a tus pensamientos
Esta técnica es perfecta para enseñarles a los niños a
controlar las emociones y los pensamientos indeseados cuando llegan en un
momento inadecuado.
Solo tendrás que pedirle que imagine que esos pensamientos y
emociones son como personas. Puede echar a volar su imaginación y conferirle a
cada uno los rasgos que prefiera. Luego, debe imaginar que está en una reunión,
con muchas personas/pensamientos a su alrededor.
Cada pensamiento o emoción tendrá que presentarse, diciendo
su nombre. Sin embargo, se trata tan solo de un apretón de manos, el
pensamiento o la emoción no podrá quedarse durante mucho tiempo porque el niño
debe saludar a otras personas/pensamientos que también se encuentran en la
reunión. Tan solo hay el tiempo justo para presentarse y que él le responda:
“Podemos hablar más tarde, cuando estemos más tranquilos”.
3. Ponerle cuerpo a los pensamientos
Cuando los niños son pequeños, les resulta difícil reconocer
sus emociones. Precisamente, esta técnica persigue el objetivo de que los niños
profundicen en lo que sienten y piensan, haciendo consciente el impacto de esas
ideas y emociones en su cuerpo.
En este caso, el pequeño tendrá que ponerle cuerpo a sus
pensamientos y emociones negativas. Pídele que se siente e imagine que ese
pensamiento/emoción se encuentra sobre su mano. Debe imaginar lo más
vívidamente posible qué peso tiene y cómo luce. Lo interesante es que mientras
más detalles logre recrear, menos incómodo se sentirá con ese pensamiento o
emoción porque irá explorándolo y dejará de percibirlo como algo que debe
reprimir y esconder, comenzará a asumirlo como una sensación propia
perfectamente natural.
Puedes ayudarle haciéndole algunas preguntas, como por
ejemplo: de qué color es, cómo luce, si ejerce presión constante hacia abajo o
si, al contrario, rebota sobre su mano…
4. Darle a los pensamientos una voz simpática
Se trata de una técnica que explota al máximo la imaginación
y a través de la cual se persigue que el niño juegue con sus pensamientos y
emociones, restándoles dramatismo. De esta forma se sentirá más cómodo con
ellas y comprenderá que no tiene que temerles o sentirse incómodo.
Para ponerla en práctica, pídele que imagine que cada
pensamiento o emoción tiene una personalidad propia. Es probable que imagine la
rabia como un gigante amenazador, no hay nada de malo en ello. Lo interesante
es que luego tendrá que ponerle a ese gigante una voz simpática y fina, como la
de un payaso o la del Pato Donald. El contraste entre la imagen y la voz hará
que el niño se ría, de forma que la emoción o el pensamiento perderán parte de
su impacto negativo.
5. Imaginar que los pensamientos son nubes
Esta técnica se basa en la idea taoísta de que todo está en
continuo movimiento. De hecho, sigue el principio del Wu-Wei y es una técnica
sencilla para enseñarles a los pequeños a fluir sin oponer resistencia ya que
esta es la causa última del malestar.
En este caso, se trata de imaginar que los pensamientos y
las emociones son como las nubes. Algunas serán altas y ligeras, de color
blanco como la espuma. Otras serán más bajas y oscuras, y querrán descargar sus
rayos y lluvia sobre el niño. No obstante, lo importante es que el pequeño
comprenda que sus pensamientos y emociones, al igual que las nubes, están en
continuo movimiento y que, tarde o temprano, si no opone resistencia, seguirán
su curso natural.
También puedes aprovechar para explicarle que, aunque es
probable que las nubles negras no le gusten, estas son importantes ya que
acarrean el agua que permite que las plantas crezcan. De esta forma el niño
comprende que todas las emociones y pensamientos tienen una función y que es
preciso escucharlas.