Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com/
Autoría: Alberto Soler Sarrió
(psicólogo)
Caprichosos,
materialista e interesados…
Cuando
nuestros hijos nacen sólo quieren y necesitan una única cosa: a nosotros.
Especialmente a su madre, y poco después a su padre y otras personas
significativas, pero en resumen lo que necesitan es cercanía, afecto, apoyo,
tiempo. Pero conforme pasa el tiempo, la cantidad de cosas que creen necesitar
y quieren es prácticamente infinita, e incluso el apego que tienen hacia
nosotros es cada vez menor, llegando a su cota mínima en la adolescencia.
¿Cómo
se produce ese cambio?, ¿qué sucede para que crezca de ese modo su necesidad
materialista? (ver vídeo al final del artículo)
Nuestros
hijos no nacen queriendo cosas, sino que nacen queriéndonos simplemente a
nosotros.
Y
somos precisamente nosotros quienes de manera progresiva les empujamos a ir
sustituyendo esa necesidad tan pura y simple por otras muchas de corte más
material. Les convertimos en seres materialistas e interesados.
No
es fácil criar a los hijos hoy en día; los padres cada vez tenemos que
enfrentarnos a más desafíos para lograr salir adelante con nuestros hijos. Una
de las cosas que más nos falta es precisamente lo que más necesitan nuestros hijos:
tiempo.
Nos piden brazos y les
damos cosas
Es
por eso que llega un momento en el que nos piden brazos y les pedimos que se
conformen con cosas: les llenamos el carro y la cuna de sonajeros, móviles,
doudous, cualquier cosa para que se distraigan cuando lloran pidiendo nuestra
presencia.
Más
tarde crecen y nos piden jugar, o nos piden un cuento, pero estamos tan
ocupados que preferimos ponerles la TV o darles la tablet con una app
“educativa”. Les distraemos de lo que verdaderamente quieren y necesitan, y
hacemos que acaben queriendo cosas que en realidad no les hacen ninguna falta.
Ellos
no querían cosas, nos querían a nosotros, pero poco a poco van haciendo esa
sustitución. ¿Cuántas veces sólo querían nuestro tiempo o atención y les hemos
dado otra cosa sólo para lograr distraerles?
“Mira
cuánto te quiere el abuelo que te ha comprado este osito…”
Todo
esto no es enteramente nuestra culpa, no podemos alejarnos por completo del
contexto en el que vivimos y la sociedad que nos ha educado. A nosotros nos han
hecho así, y nosotros les hacemos del mismo modo casi sin pensarlo. Y nuestro
entorno actúa del mismo modo.
Por
ejemplo, también les hacemos materialistas e interesados cuando les enseñamos a
cambiar afecto por objetos: “dame un besito y te doy esto”, “mira cuanto te
quiere el abuelo que te ha comprado este osito”. ¿Qué mensaje implícito le
estamos trasladando con esto?
El afecto se gana, no
se compra.
Y
se gana con tiempo y esfuerzo. Si queremos que la relación con nuestros hijos
(o de éstos con sus abuelos, tíos o familiares) se base en un intercambio de
afecto por cosas, en verdad el afecto nunca estará presente: sólo habrá interés
por conseguir esas cosas. Y cuando estas desaparezcan, el afecto (que nunca
estuvo) también lo hará.
Si
queremos que nuestros hijos sean más afectuosos, comunicativos, que compartan
tiempo con nosotros, que no sean tan materialistas, quizá deberíamos invertir
menos esfuerzos durante sus primeros meses y años de vida en hacer que ellos
fueran así.
Porque
todo lo que vivimos en esos primeros meses y años crea una huella, un
aprendizaje, que aunque no lo procesemos de un modo consciente, acaba teniendo
su impacto en la edad adulta.
No
les enseñemos a ser materialistas e interesados.
Se vos gustou este vídeo tedes máis no canal de youtube de Alberto Soler: