Republicado
con autorización del autor: Carlos Pajuelo
El
tema de adolescentes enamorados es un tema que preocupa mucho a madres y padres
pero que por lo general ninguneamos en nuestras casas al grito de: ¡Qué sabrás
tú qué es eso de estar enamorado, déjate de tonterías y estudia!
En
un pasado artículo le daba a los padres unas orientaciones sobre cómo actuar
ante esta situación. Hoy me gustaría hablar respecto a cómo se enamora un
adolescente y a la necesidad de educar para combatir nuestros temores.
Un
adolescente se enamora igual que se enamora un jovencito o jovencita, un
treintañero o treintañera, un madurito o madurita… con la conjugación de tres
factores interdependientes entre sí:
1.-
Con una importante excitación fisiológica, si me refiero a una importante
activación. Y es que los mamíferos tenemos una tendencia biológica a la
“coyunta” a través del despliegue de una serie de activadores (adrenalina,
serotonina, y otras inas), que tienen como función poner en acción a nuestro
organismo, activarlo a base de bien.
2.-
Este desasosiego genera un desasosiego de ideas que tenemos que interpretar,
tenemos que darle una explicación cognitiva a qué es lo que me pasa, por qué
estoy tan activo, por qué duermo menos, por qué tengo menos apetito, etc. y
claro las canciones, las películas, la literatura y sobre todo el grupo de
iguales nos informan de que a lo mejor estamos “enamorados” porque los días son
más bonitos, porque no puedo dejar de
pensar en esa persona, porque tengo mariposas en el estómago…
3.-
Todo esto acompañado de un repertorio de comportamientos, que son los que de
verdad asustan a los padres: nuestros adolescentes tienen urgencia de estar
continuamente con su “cari”(en presencia real o presencia whatssapiana, así que
¡ojo con las fotos!), de decirse “te quiero”, de hacerse regalos para estar
presentes en la vida del otro, de hacer revelaciones secretas, de hacer o
solicitar demostraciones del tipo que sea para que vean que el amor es
verdadero (ojo otra vez con las fotos y vídeos), de besarse, de seguir besándose,
y no te asustes padre o madre, tienen ganas de iniciarse en nuevas experiencias
relacionadas con el sexo.
¿Están
enamorados o están “hormonorevolucionados”? Da igual, tú tienes que educar y no
es suficiente con que le digas que son pequeños aún para preocuparse por este
tema y des carpetazo.
Habla
del desarrollo de la afectividad con tus hijos y eso te obligará a hablar de
sexo con tus hijos e hijas, háblales para que tú puedas saber todo lo que ellos
saben y les puedas reconducir en alguna idea errónea. Habla sin miedo, sin
tapujos, sin vergüenza, informa a tus hijos e hijas, bien clarito, sin
metáforas. Y no esperes que ellos y ellas estén encantados con esa
conversación.
Habla
de biología aplicada, no te quedes en lo de los óvulos y los espermatozoides y
dile a tu hijo o hija, que en este camino de construirse como un adulto maduro
tiene también posibilidades de tener experiencias negativas (eyaculador precoz,
incapaz de tener erección, falta de disfrute, asco, etc.) y que si no saben
interpretar correctamente estas experiencias pueden condicionar su futura vida
sexual.
Hablad
de educación afectivo-sexual porque el camino de la sexualidad, es un camino
que hay que recorrer y que como padres tenemos la obligación de informar, de
trasmitir valores y de poner límites.
La
actividad sexual está cerca de tus hijos (ahora no se juega a las cerillas,
ahora se juega al semáforo) y mirar para otro lado, pensando “¿mi hija?, pero
si es una niña; ¿mi hijo?, si es muy inocente…” no les va a ayudar en su
educación.
Tus
hijos se hacen mayores. ¡Quién dijo miedo!