Republicado
con autorización del autor: Carlos Pajuelo
Educar no es una enfermedad, es un compromiso.
¿Por
qué educamos a nuestros hijos? Sencillamente porque los queremos, porque nos
importan y porque tenemos la responsabilidad de dotarles de herramientas que
les permitan integrarse en nuestra sociedad.
No
nos queda otra, hay que educar sí o sí.
Educar
es fácil, lo que no es fácil ni sencillo es que tus hijos sigan al pie de la
letra, y a la primera, tus instrucciones y esta es la causa de la desazón de
muchos padres y madres: los hijos dan malas noches, los hijos desvelan, quitan
el apetito, los hijos asustan, retan, rechazan, cuestionan e incomodan, los
hijos malhumoran y nos hacen llorar de impotencia.
Pero,
¿esto ocurre porque no sabemos educar? Yo creo que no, que actualmente educamos
más y mejor de lo que se dice por ahí (ya sabéis que educar a los hijos de los
demás es una tarea muy sencilla). Esto ocurre fundamentalmente porque educar es
un proceso que lleva su tiempo, sí, su tiempo, toma nota: más o menos 18 años,
lo que dura la infancia y la adolescencia. Y cuando educamos, enseñamos y
nuestros hijos aprenden y como buenos aprendices hay “tareas” que se les
resisten y nos “suspenden” en recoger, en obedecer, en no contestar, en llegar
a su hora, en no fumar, en no estudiar, etc., pero los hijos, esos mismos
hijos, nos hacen sonreír, nos enorgullecen, nos sorprenden, nos hacen sentir buenos,
nos calman, nos dan confianza, nos animan, nos aúpan y nos hacen llorar de
alegría.
La
tarea de ejercer de padres es nuestra ocupación todos y cada uno de los días
del efímero calendario que enmarca la niñez y adolescencia de nuestros hijos.
¿Vivir
es sufrir? No, claro que no, pero ¿se sufre viviendo?, pues claro que sí,
mientras vivimos hacemos sufrir hasta a los que más queremos. Lo mismo pasa
educando, porque educar es la vida misma, días buenos y malos días, pero con
una diferencia al educar estamos ejerciendo la tarea de ser padres y madres,
una tarea que solo podemos realizar los padres y no deberíamos sufrir por hacer
lo que tenemos que hacer.
Mal
nos va a ir si como padres y madres nos frustramos cada vez que nuestros hijos
ponen resistencia a nuestras demandas mientras ejercemos la tarea de ser padres
y madres. Para esta tarea no existen atajos, no hay manuales, ni blogs que te
eviten el malestar que se produce educando hijos porque este malestar es
inherente a la tarea de educar, pero junto a ese malestar tiene que existir la
convicción, las ganas, la satisfacción, el compromiso de mostrar a nuestros
hijos la forma, maneras y modos en los
que los padres nos posicionamos en nuestra vida ante los retos que se nos
presentan. Educando somos teoría pero sobre todo somos el ejemplo, nuestros
hijos ven nuestra manera de comportarnos, cómo actuamos, qué decimos y cómo lo
decimos.
Los
conflictos con hijos mientras los educamos son conflictos naturales, a veces
muy duros pero naturales, así que igual nos ayudaría quejarnos un poco menos y
ocuparnos más de continuar con nuestra tarea de educar. No olvides que mientras
educamos les estamos enseñando a nuestros hijos no solo cuáles son nuestras
creencias y valores, sino también qué imagen es la que tenemos de ellos. Tú
eliges.
Si
no estás orgulloso de ser padre, orgullosa de ser madre, si te vienes abajo, si
tiras la toalla, si te pasas el día quejándote, frustrado ¿quién va a educar a
tus “modorros”?
Madres
y padres sufridores a escuchar “Solo se vive una vez” de Azúcar Moreno, te la
escuchas al desayuno, la comida y la cena, y a educar, que el tiempo pasa
rápido y no olvides que hacemos muchísimas cosas buenas educando a nuestros
hijos pero en todos los caminos hay baches.
Educar
no es una enfermedad. No vivas la educación de tus hijos como si fueran
hemorroides “sufriéndolas en silencio”, busca ayuda, háblalo con tus amistades,
familia, profesores. No estás solo.
¿Orgulloso
de ser padre, orgullosa de ser madre?
¡Ánimo!, porque tus hijos e hijas necesitan urgentemente padres y madres
comprometidos con la tarea de educar.