Puede que ahora todo se esté complicado.
Que tu hijo comience a suspender. O que sus pequeñas mentiras ya no sean tan
pequeñas. Puede que comiencen los problemas con sus amigos, las malas
contestaciones o las faltas de respeto. Que se intensifiquen las quejas en el
colegio o que la vida en casa sea cada día un poco más complicada. En el
proceso de formar personas libres y responsables se suelen encontrar cimas
difíciles de escalar.
Y no hay consejos para eso. Cada
padre o madre lucha su propia batalla, la suya y la de su hijo. Sin embargo,
mientras dura la batalla podemos enseñar algo muy importante a nuestros hijos:
que la felicidad no está en las cosas fáciles, en lo cómodo o lo accesible.
Que ellos merecen la pena aunque
las condiciones no sean fáciles. Que pese a sus desafíos, a su agresividad o a
sus mentiras. Pese a ello o por ello precisamente, vosotros estáis ahí,
acompañándolos y creyendo en su potencial, en todo lo bueno que tienen.
Y sobre todo, que los resultados
no son inmediatos. Que llegan con el tiempo y se ven en los pequeños detalles.
Que ellos merecen más tiempo y más oportunidades porque están en formación.
Algún día estas dos ideas les
permitirán alcanzar la felicidad.
“Eduquemos a nuestros niños para
que no confundan felicidad con placer, y enseñarles que la vida es también
duda, vulnerabilidad, ruptura… Para poseer un pensamiento alternativo, a no
estar cortocircuitados cuando la adversidad se instala en sus vidas; educarles
en la toma de decisiones, a respetarse a sí mismo y a los demás, en el sentido
de la responsabilidad; en definitiva a muscular la voluntad”. Javier Urra.