Autoría: Rafael Guerrero Tomás
Publicado no xornal El País (https://elpais.com/elpais/2018/02/15/mamas_papas/1518709564_202107.html)
El ser humano tiene la enorme
facilidad de convertir deseos (lo que quiero) en necesidades (lo que necesito).
No es nada infrecuente escuchar comentarios del tipo “necesito casarme para ser
feliz”, “es imprescindible para mí poder hacer un viaje a India” o “sin mi café
de la mañana no soy nadie”. Aunque nos cueste creerlo, todo esto son cosas de
las que disfrutamos pero que no son necesarias para la supervivencia del ser
humano. Es por ello por lo que es importante que entendamos la diferencia que
existe entre necesidades y deseos.
¿Cuáles son las verdaderas
necesidades de nuestros hijos? Por qué debes dejar de hacer las cosas por tus
hijos
Podemos decir que las necesidades
son básicas para la supervivencia de cualquier ser humano. Las necesidades se
ubican en la base de la famosa pirámide que describió Abraham Maslow, donde
encontramos, además de las necesidades fisiológicas como la alimentación, la
hidratación y el descanso, las necesidades emocionales o afectivas. De este
tipo de necesidades hablaremos con detenimiento más adelante. Por otro lado,
los deseos no son necesarios para nuestra supervivencia. Pueden ser cosas que
ansiamos o nos motivan, pero su no consecución no pone en riesgo nuestra vida.
Veamos un ejemplo. Yo puedo desear fervientemente que me toque la lotería. Es
más, puedo fantasear o imaginar qué haría con ese dinero. Pero el hecho de que
no me toque la lotería no implica que mi supervivencia esté en riesgo.
En cambio, las necesidades que
vamos a detallar a continuación sí que son imprescindibles para una buena salud
mental de nuestros hijos. A continuación, vamos a enumerar las 15 necesidades
emocionales o afectivas de todo niño o adolescente (también podemos incluir a
los adultos, por supuesto). Cuantas más llevéis a cabo con vuestros hijos en el
día a día, mejor:
No basta con pensar que queremos
a nuestro hijo,
sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia
1) Explicitarles nuestro cariño.
Todos los días debemos decirles a nuestros hijos lo mucho que les queremos, lo
mucho que les echamos de menos en el trabajo y lo orgullosos que nos sentimos
de cómo son. Esto es fundamental para una buena autoestima. No basta con
pensarlo, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia. Si hoy no le has
dicho a tu hijo que le quieres, intenta que sea lo primero que le digas en
cuanto lo veas.
2) Enseñarles a regular sus
emociones. ¿Cómo llegó una persona a convertirse en un gran cirujano y a
desempañar tan bien su profesión? La clave está en tener un gran maestro y en
dedicarle muchas horas. Lo mismo pasa con la regulación emocional. Los niños
necesitan que sus padres les enseñen a identificar y gestionar sus emociones. A
partir de ahí todo se va mejorando en función de la experiencia. El problema
está cuando los padres no saben regular sus propias emociones. Si ellos no
saben, cómo les van a enseñar a sus hijos. Difícilmente. Por ello, si tienes
alguna dificultad para gestionar tus propias emociones, busca ayuda antes de
enseñarle a tu hijo. Si queremos que nuestros hijos en un futuro sean capaces
de autorregular sus emociones, es imprescindible que ahora que son pequeños les
heterorregulemos sus emociones, es decir, que aprendan a regular sus emociones
con nuestra ayuda.
3) Tiempo de calidad y de
cantidad. La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres
sin importar la cantidad es completamente falsa. En mi opinión es una idea que
se ha creado para que aquellos padres que trabajan muchas horas y dedican,
consecuentemente, poco tiempo a sus hijos no se sientan muy mal por ello. Por
eso completamente falsa. Los niños necesitan mucho tiempo compartido con sus
padres (cantidad) y con máxima dedicación (calidad). No es estar solamente en
la misma habitación o lugar que ellos, sino con dedicación exclusiva (juegos,
tareas compartidas, deberes escolares, aficiones, etcétera).
La idea de que los niños
necesitan tiempo de calidad con sus padres
sin importar la cantidad es falsa
4) Ofrecerles contextos de
seguridad y protección. Este es el primer pilar si queremos fomentar un apego
seguro en nuestros hijos. Un niño no se puede sentir seguro si nunca ha sido
protegido. La seguridad es el contexto a partir del cual vendrán las siguientes
características del apego seguro. Proteger a nuestros hijos cuando sientan
miedo, temor, rabia o tristeza es nuestra función. Si en alguna ocasión no lo
hiciste, te recomiendo que a partir de ahora ayudes y calmes a tu hijo siempre
que experimente alguna emoción desagradable y que no sepa gestionar por sí
solo.
5) Sintonía emocional. Es
imprescindible que estemos en sintonía emocional con nuestros hijos, es decir,
que atendamos, legitimemos y conectemos con las emociones que están
experimentando. Así, por ejemplo, un padre estará en sintonía emocional con su
hijo cuando, ante una situación concreta, este le muestre su miedo o rabia, y
el padre comprenda y atienda lo que le pasa a su hijo. Consiste en estar
receptivo ante las necesidades del niño. Es como conectar vía wifi nuestro
hemisferio derecho, que es el emocional, con su hemisferio derecho. Si no lo
has hecho en un número importante de veces, trata de hacerlo, pues no conectar
con sus emociones y afectos tiene repercusiones negativas.
6) Responsividad. La
responsividad es la parte que sigue a la conexión emocional. Para poder ser
responsivo, que no responsable, he tenido que conectar emocionalmente con mi
hijo, si no será imposible. La responsividad consiste en darle al niño lo que
necesita. No consiste en acceder a sus caprichos, sino en acceder y cubrir sus
necesidades. Como decíamos al principio, las necesidades no se negocian puesto
que son imprescindibles para la supervivencia. La madre o padre que es
responsivo es aquel que da al menor aquello que realmente necesita. Si ante un
conflicto de nuestro hijo con un amigo, este se muestra preocupado y nosotros
le decimos que no le dé más vueltas y que se ponga a hacer los deberes que es
lo importante, no estamos siendo responsivos porque no estamos atendiendo su
necesidad. ¿Habitualmente solemos ser responsivos con nuestros hijos? Dedícale
unos segundos a pensar sobre ello.
7) Asumir el rol que nos
corresponde como padres. Los padres no somos amigos de nuestros hijos. Tampoco
somos sus criados, aunque a veces lo pueda parecer. Somos sus padres, y debemos
asumir el papel que esto implica. ¿Realmente estamos ejerciendo de padres o a
veces nos comportamos como colegas de nuestros hijos?
Los niños necesitan una
estimulación suficiente y adecuada.
Pasado ese mínimo de estimulación,
no se
consiguen mayores aprendizajes
8) Establecer unos límites
claros. Una de las obligaciones que tenemos los padres es implantar una serie
de normas y límites en el contexto familiar. Nuestros hijos necesitan las
normas. Es algo tan necesario como sano. ¿Os imagináis una ciudad sin semáforos
y sin señales de tráfico? ¿Verdad que sería un verdadero caos? Lo mismo pasa
con los niños. Necesitan saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro
de seguridad. Cuando establecemos unos límites y se los explicitamos a nuestros
hijos les estamos diciendo “te quiero”. Te pongo límites porque te quiero y me
importas. ¿Habéis reflexionado sobre la cantidad de límites que hay en vuestra
familia? ¿Son muchos, pocos o inexistentes? Es recomendable pensar sobre ello.
9) Respetar, aceptar y valorar.
Cuando respetamos, aceptamos a nuestros hijos como son y los valoramos
positivamente, los estamos mirando incondicionalmente. Demostramos que nuestro
amor hacia ellos es incondicional, es decir, no depende de nada. Los queremos
por quienes son y no por lo que hacen o dejan de hacer. ¿Estamos mirando
incondicionalmente a nuestros hijos o nuestro amor hacia ellos depende de algo
(resultados académicos, comportamiento, actitud, etcétera)?
10) Estimulación suficiente y
adecuada. Hace algunos años, se puso de moda la hiperestimulación en nuestros
menores. A los niños los llevábamos de un sitio a otro para “exprimirlos” al
máximo cognitivamente hablando. Teníamos que aprovechar el tiempo y la
plasticidad cerebral antes de que se cerrasen esas ventanas. Hoy en día sabemos
que los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese
mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes, sino todo lo
contrario: exigencias, estrés e hiperestimulación. El eslogan que dice cuanto
antes y más estimulemos a nuestros hijos, mejor es falso. ¿Debemos los padres
replantearnos cómo enfocamos, por ejemplo, las actividades extraescolares de
nuestros hijos? Seguramente sí.
11) Favorecer su autonomía.
Decíamos antes que la primera característica del apego seguro era la
protección. Pues bien, la otra cara de la moneda de la protección y la
seguridad consiste en favorecer la autonomía, o lo que es lo mismo, favorecer
su curiosidad y su espíritu aventurero y explorador. Venimos a este mundo con
la emoción de la curiosidad en el kit de supervivencia, lo que nos lleva a
tener muchas ganas de aprender cosas nuevas. Es de vital importancia, no solo
que nos parezca bien que nuestros hijos curioseen, sino que les invitemos a
hacerlo.
Cuando establecemos unos límites
y se los explicitamos
a nuestros hijos les estamos diciendo
“te quiero”
12) Sentido de pertenencia.
Sentirnos parte de un grupo es de vital importancia para el ser humano y para
otros muchos mamíferos. ¿Habéis visto en los documentales de La 2 qué lugares
ocupan en la manada las crías más jóvenes? Generalmente suelen ir en el centro,
es decir, en el lugar de mayor seguridad y protección. De ahí viene la
importancia del grupo y la manada. El sentirnos parte de un grupo o de varios
aumenta las probabilidades de supervivencia. Una de las características que
suelen cumplir los niños que sufren acoso escolar es el no pertenecer a un
grupo. Es muy importante que nuestros hijos pertenezcan, como mínimo a un
grupo, si no más. ¿Estamos haciendo una buena labor como padres para favorecer
el ámbito social de nuestros hijos? Tan importante es este ámbito como el
académico, ¿verdad? Si estamos de acuerdo, doy por hecho que nunca castigamos
los malos resultados académicos con no salir con los amigos o ir a los partidos
de fútbol, ¿verdad?
13) Favorecer la capacidad
reflexiva del niño. La capacidad reflexiva se refiere a pensar sobre lo que nos
pasa, cómo lo estamos haciendo, cómo nos sentimos, nuestra evolución y
progresos, etcétera. Es importante que ayudemos a nuestros hijos a que aprenden
a pensar sobre las emociones que sienten, lo que piensan, cómo se comportan,
etcétera. También es un trabajo muy interesante para nosotros los adultos.
14) Identidad. A lo largo de los
primeros meses y años de vida, se va produciendo un proceso de diferenciación
entre el bebé/niño y la madre, ya que al principio el pequeño no lo hace. Con
el paso del tiempo debemos favorecer en los niños esta identidad propia que nos
diferencia del resto de personas.
15) Magia. La magia es uno de los
mecanismos de defensa más potentes que tienen los niños. Los adultos lo solemos
llamar autoengaño. Todo lo que tiene que ver con la magia, lo oculto, lo divino
y lo fantasioso es algo que cautiva a todos los niños. Lo que supone un
misterio es algo que “engancha” a los niños. Aprendamos a utilizar y poner de
nuestro lado la magia y la fantasía.
No es mi intención hacer sentir
mal a ningún padre o madre. Todo lo contrario. Espero que estas 15 necesidades
básicas os sirvan para tener presente qué es lo que realmente necesitan
nuestros hijos. Espero que sirva para reflexionar sobre el punto en el que
estamos y qué tal estamos asumiendo el rol de padres. Seguro que lo estamos
haciendo bien, pero un poco de función reflexiva no nos viene mal.
Rafael Guerrero Tomás es director
de Darwin Psicólogos, especialista en trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad (TDAH), trastornos del aprendizaje y trastornos de la conducta,
y doctor en Educación.