Este interesante artigo aparecido no
xornal El País (https://elpais.com/elpais/2018/01/29/eps/1517241117_174147.html)
e escrito Francesc Miralles é unha boa reflexión á que ben lle podemos
dedicar uns minutos:
El ‘síndrome del
emperador’, cuando tu hijo es un tirano
Dedicar poco tiempo a su atención y
conceder caprichos son el abono para que un niño manifieste el llamado
“síndrome del emperador”.
EL NÚMERO DE CASOS no deja de aumentar.
Cada vez a edades más tempranas: se llama “síndrome del emperador”, y define a
los niños y adolescentes que abusan de sus padres sin la menor conciencia. La
madre suele ser la primera y principal víctima del pequeño tirano, que luego
extenderá el maltrato a otros miembros de la familia, a no ser que se ponga
remedio, según explica el psicólogo José Antonio Ramadán. Muy sonada fue la
sentencia que dictó el año pasado el Juzgado de lo Penal número 2 de A Coruña
que absolvía a una madre acusada por su propio hijo de 11 años de maltrato por
un bofetón. Pero ¿cuáles son las causas de este mal que convierte la vida
familiar en un infierno?
Según los expertos, hay diferentes
factores que pueden coronar a un emperador en casa:
- Poca dedicación de los padres. El problema tiene
su origen muchas veces en unos progenitores ausentes que, para paliar su
sentimiento de culpabilidad por el tiempo que no pasan con el niño, le
conceden todos los caprichos. Con ello transmiten al pequeño el mensaje de
que, pese a su soledad afectiva, es el centro del universo y los adultos
están allí para satisfacer todas sus exigencias. Muchas veces los
padres claudican por miedo a que la bronca con sus hijos se les vaya de
las manos. La solución pasa por fijar unos límites.
- Falta de límites. Derivado muy a menudo de la
primera causa, si los padres no dedican suficiente tiempo a la crianza
delegando en terceras personas, tampoco tendrán tiempo para educar a su
hijo en normas de conducta, con lo cual el rey de la casa sentirá que
tiene total impunidad. El psicólogo Javier Urra asegura que ningún niño
nace siendo un tirano, sino que hay progenitores que no actúan como
adultos educadores, ya que “hacen todo tipo de concesiones para no tener
problemas y al final lo que generan es un problema”. El juez de menores
Emilio Calatayud, muy conocido por sus aleccionadoras sentencias a jóvenes
conflictivos, resumía así esta complicada situación en una entrevista
publicada en EL PAÍS en 2006: “Les hemos dado muchos derechos, pero no les
hemos trasladado deberes. Hemos perdido el principio de autoridad. ¡Hemos
querido ser amigos de nuestros hijos!”.
- Ser hijo único. No tener hermanos no lleva
necesariamente a convertirse en un minidictador si los padres son
conscientes de su función educativa, pero puede contribuir a que el niño
se sienta un monarca solitario. Es muy interesante analizar los efectos
que la política china de un solo hijo ha tenido en la psicología de toda
una generación. En un artículo para el rotativo británico The Independent,
el periodista Steve Connor hablaba de un “ejército chino de pequeños
emperadores”, fruto de la sobreprotección del único retoño por parte de
padres y abuelos, que quieren darle los lujos y privilegios que a ellos
les negaron. Esto, sumado al incremento de la renta per capita de las
familias, ha multiplicado los “pequeños tiranos” hasta límites
insospechados. Connor afirma que los niños chinos actuales son “menos
altruistas y confiados, más tímidos, menos competitivos, más pesimistas y
menos considerados con los demás”.
Excepto en los trastornos psiquiátricos,
el síndrome del emperador es producto de una disfunción educativa que puede
corregirse. El psicólogo Vicente Garrido, autor de Los hijos tiranos,
(editorial Ariel), propone tres puntos de actuación:
- Fomentar el desarrollo de la inteligencia
emocional y la conciencia. Para ello, los padres deben ayudar a sus hijos
a reconocer sus emociones y las de los demás, incidiendo en la empatía e
invitándoles a practicar actos altruistas para que vean su efecto en los
demás.
- Enseñarles a cultivar habilidades no violentas.
En una casa en la que los adultos gritan y amenazan, difícilmente
lograremos que los pequeños se comuniquen de forma sosegada. Los
progenitores deben dar ejemplo y practicar con ellos el diálogo respetuoso
y la escucha.
- Poner barreras claras. Los padres no deben
tolerar la violencia ni el engaño. Estas son líneas rojas que el pequeño
debe saber que no puede cruzar, por muchas estrategias que use para
ponernos a prueba.
La pedagoga Montse Domènech declara
al respecto: “Los límites confieren seguridad a los niños, que se sienten
perdidos si no hay unas pautas de conducta en el hogar. Los padres necesitan
tomar la autoridad y no ceder a los intentos del niño por salirse con la suya”.
Domènech, autora de numerosos libros sobre niños y adolescentes, señala que
muchas veces los padres claudican por miedo a que la bronca se les vaya de las
manos. La solución, según apunta, pasa por explicar los límites y reforzar los
aspectos positivos del pequeño. La claridad en esas barreras, el refuerzo
positivo y, sobre todo, dedicarles nuestro tiempo les dará la seguridad para
desarrollarse como personas autónomas y felices.