Republicado con autorización del
autor: Carlos Pajuelo
Es “ley de vida” que los hijos
terminen abandonando el hogar familiar
pero también nos encontramos, cada vez más frecuentemente, con hijos que
no encuentran el momento para levantar el vuelo. Esos hijos no es que vivan en
casa de sus padres, es que están instalados en casa de sus padres. Son
huéspedes, pero huéspedes privilegiados que viven a cuerpo de rey. Y papá y
mamá los abnegados y mosqueados posaderos. Eso sí, algunos padres están hasta
contentos de hacerle la camita, la comidita, cuidando la ropita, a la
criaturita de 32 años.
También hay hijos que han
levantado el vuelo y abandonado el nido pero lo que hacen es llevarse al gallo
y a la gallina a su casa, o sea a sus padres, porque los implican a base de
tupperwares, bolsas con ropa sucia, o directamente en el cuidado de sus hijos,
o sea de sus nietos. Pero de esto ya hablaremos en otro artículo.
Todo en la vida tiene su tiempo,
tenemos que educar a nuestros hijos para
que levanten el vuelo, para que se vayan a vivir su vida, para que sean protagonistas
de ella. Porque los padres también tenemos que vivir, una vez pasado el tiempo
de crianza de los hijos, nuestra vida.
¿Por qué no se van de casa?
En la mayoría de los casos porque
hay padre-madres tipo “Gallina Clueca” que nunca terminan de ver que sus hijos
no los necesitan y los mantienen en sus casas, les animan a que continúen con
ellos porque hacen del cuidado de sus
hijos la razón de su existencia. Los hacemos unos comodones y un poco inútiles.
Otros hijos no se van, aunque son
adultos que trabajan y que tienen un sueldo, porque prefieren gastarse el
dinero en “vivir bien” (coche, viajes, ropa) y no quieren abandonar la pensión,
que es gratis. A éstos los seguimos haciendo comodones y con una cartilla de
ahorros que ya nos gustaría.
Algunos, por situaciones de pérdida trabajo, divorcios
u otros problemas, vuelven a casa a buscar “cobijo” de forma coyuntural, pero
terminan convirtiendo la situación en permanente.
¿Qué hacer para que se vayan, los
hijos adultos, de casa?
No olvides que la razón por la
que educamos a los hijos es para que sean independientes, autónomos, para que
vivan su propia vida como ellos crean conveniente. La autonomía es algo que se
enseña de manera progresiva poco a poco, en cada edad hay oportunidades para ir
practicando esa autonomía: asumir responsabilidades, tomar decisiones, y sobre
todo, aunque parezca paradójico, tener en cuenta las necesidades de los demás.
Existe una clara diferencia entre
ser solidario con la situación que viven los hijos y “echarles una mano” a
estar obligado a atender a los hijos toda la vida. La solidaridad es recíproca,
los hijos deben de entender que bastante han hecho sus padres toda su vida
mientras los han criado como para “obligarles” a que tengan que ayudarles,
porque para eso son tus padres.
Enseñad a los hijos a que deben
pensar en las necesidades de sus padres y a entender las consecuencias que les
acarrea a los padres el egoísmo de éstos: Menos autonomía para los padres,
pérdida de libertad cuando creían que ahora era el momento de dedicarse tiempo
para ellos. Hay padres que les agobia incluso irse de viaje porque a sus hijos
(bien mayorcitos) igual no les viene bien, quién los va a atender, etc.
Animad a los hijos a que se vayan
a vivir su vida, enseñarles a ir siendo autónomos, que se hagan la comida, que
sepan poner la lavadora, tender, ¡planchar! Un hijo que sabe planchar y
escurrir el spontex con las dos manos está preparado para vivir con autonomía.
Habladles clarito, construir la
propia vida, ser independiente, es más costoso porque no van a tener todas las
comodidades que tienen en casa, pero hay que salir del nido familiar y
construir su propio nido.
Decidles muchas veces eso de que
“cuando estés en tu casa podrás hacer lo que quieras”, pero decírselo con
alegría, con motivación y no como si estuviéramos hastiados de convivir con
ellos.
No lo olvides, educamos a los
hijos para que vuelen, para que vivan su vida. Y nosotros, los padres, la
nuestra.