Autora: EUGENIA OLEGO GUAL
Republicado con
autorización de http://www.psicologosantacoloma.es/
La depresión también afecta en la población infantil. De hecho, la
Organización Mundial de la Salud aprecia que un 3% de la población infantil
sufre depresión. El DSM (Asociación Americana de Psiquiatría) clasifica los
siguientes síntomas de la depresión en los niños:
1. Estado de ánimo
irritable o triste
2. Pérdida de interés o
placer en las actividades
3. Perdida (o aumento)
del apetito/peso o fracaso en lograr la ganancia de peso esperada
4. Insomnio o hipersomnia
5. Agitación o
enlentecimiento psicomotores
6. Fatiga o pérdida de
energía
7. Sentimientos de
inutilidad o de culpa
8. Disminución de la
capacidad para pensar/concentrarse o indecisión
9. Pensamientos de muerte
o ideas, planes o intentos de suicidio
Muchos casos que nos hemos encontrado en los más pequeños, observamos que
hay mucha irritabilidad en el niño, y los padres verbalizan que el niño tiene
problemas de conducta, pero muchas veces esta irritabilidad es la que enmascara
una depresión que está llevando el niño. Por eso, es importante que si estos
problemas de conducta continúan durante un periodo de más de 4-6 meses, se
recomienda ir a un especialista.
Para prevenir la depresión debemos enseñar al niño a cómo divertirse. Por
ejemplo, hay pequeños que realizan actividades extraescolares que no les
gustan; simplemente las ejecutan porque los padres lo han impuesto. Esto es un
error que caen muchos progenitores. Debemos darle
a elegir qué actividad desean hacer después de pasarse 7 horas de escuela. A continuación os
facilitaremos estrategias para prevenir dicho trastorno 8aunque estas
estrategias se pueden aplicar una vez el niño tiene depresión).
– Enriquecer su ambiente. Hacer hincapié a
cambios en el clima familiar que puedan favorecer al incremento del bienestar
del niño. Como hemos mencionado anteriormente, es primario fomentar el ocio y
tiempo libre, y que éste no sea una obligación sino un disfrute para él.
– Aumentar las habilidades de control emocional. Esencial que el niño
reconozca sus emociones, proporcionarles instrumentos de gestión de éstas como
la relajación y expresión de sentimientos.
– Ser modelos de la felicidad. Si los niños ven que
sus padres tienen buen humor, disfrutan de su tiempo libre, sonríen y muestran
positividad, ellos también harán lo mismo, ya que son los padres modelos de sus
hijos. Se le ha de ayudar a programar a programar actividades divertidas y
agradables (invitar a amiguitos/as a su casa, sorprenderle con planes
novedosos, ir a eventos atractivo para él, etc.)
– Fortalecer la autonomía. Es básico enseñarle
destrezas básicas (asearse, vestirse, cocinar, administrar dinero, tener una
responsabilidad en casa, etc.). Se le ha de dar una oportunidad de que
practique siempre ayudándole todo lo necesario sin resolver sus problemas.
Hemos de hacerle participar también en la toma de decisiones.
– Educar con afecto y coherencia. Hay que actuar de
común acuerdo con la pareja, fijando unas normas de conducta razonables y
exigir su cumplimiento, siendo comprensible y flexible.
– Entrenamiento para tolerar su frustración. No acceder a las
demandas irracionales, ignorar las rabietas, enseñarle a respetar su turno (hay
un cuento llamado “trasto, un campeón en la familia” muy gráfico con este
tema), retrasarle progresivamente la gratificación, hacerle que comparta sus
juguetes, etc.
– Hacerle responsable, no culpable. Valorar el esfuerzo,
no sus resultados ayudará a que valores mejor su trabajo del día a día.
– Moldear un estilo cognitivo racional. Se han de evitar las
etiquetas absolutistas (“eres un despistado”, “nunca me haces caso”). Es mejor
el uso del método socrático para que él pueda reflexionar (“¿Qué podríamos
hacer para solucionar…?, ¿Y qué más?).
– Darle mucho cariño. El amor es la base
de la felicidad. Cualquier gesto de cariño ante el niño es esencial para
construir una base sólida con el fin de prevenir síntomas depresivos.