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La
empatía en la infancia
La empatía es
la capacidad que tenemos las personas para ponernos en el lugar de los
demás, comprender sus sentimientos y aceptarlos. Es una competencia
emocional imprescindible, ya que su ausencia deriva en insensibilidad y
problemas interpersonales.
Los niños y niñas son
capaces de sentir empatía, aunque al principio es a un nivel inconsciente.
Si nos ven nerviosos, ellos también se ponen nerviosos. Si nos ven alegres,
sienten esa alegría como si también fuera suya. Se trata de un contagio
emocional que ocurre de forma natural.
Sin embargo, a medida que
crecen, las situaciones que viven se van volviendo más complejas y puede
ocurrir que sus sentimientos y los de la otra persona sean opuestos.
Entonces lo más probable es que no sientan empatía, sino que simplemente
sientan su emoción como válida, dejando de lado la emoción de la otra persona.
Para favorecer que nuestros
hijos sean más empáticos en estas situaciones, podemos ayudarles de la
siguiente manera:
- Ante una situación que haya vivido recientemente tu hijo, puedes hablar con él de las emociones que sintió cada persona; tanto sus emociones como las de los demás. Puedes explicar porqué los demás se sintieron así, y si es posible, dar algún ejemplo de cuando tu hijo se sintió así.
- Ante situaciones futuras,
preguntar cómo crees que se sentirá la otra persona si
actuamos de una u otra manera. Podéis jugar con títeres representando esas
situaciones, y enseñarle cómo cambian las emociones según lo que decimos o
según cómo actuamos.
- Debemos transmitir siempre el respeto
hacia las emociones propias y las de los demás. O lo que es lo mismo,
enseñarle que aunque la otra persona no sienta lo mismo que él, ambas
emociones son válidas y se deben respetar. Por ejemplo, no dejar que el
enfado de la otra persona nos contagie si nosotros no estamos enfadados
(respeto mi propia emoción) pero sí aceptar su enfado y validarlo (respeto
la emoción del otro).
- Explicarles cómo nos sentimos
nosotros, los papás. Es decir, hablar abiertamente de nuestras
emociones y así favorecer que los niños hablen de sus emociones. Por
ejemplo, si tu hijo se ha caído, quizás tú reacciones regañándole y
diciéndole “¡te dije que no te subieras ahí!” y él se
pone a llorar. Entonces puedes decirle: “cariño, me he
asustado al verte caer y por eso te he gritado, tenía
miedo a que te hubieras hecho daño”. Y puedes continuar
diciendo “estás llorando porque te has asustado tu también,
y no entendías por que te regañaba, ¿verdad? Tú sólo querías un
abrazo y yo te he gritado.” Poder explicar la emoción que hay
detrás de nuestros comportamientos ayuda mucho a conectar con la
otra persona y hacer que la relación sea cada vez más positiva y
enriquecedora para ambos.
- Enseñarle a resolver las
situaciones desde la empatía. Por ejemplo, si un amigo suyo está
enfadado con él, puedes enseñarle los pasos a seguir para mejorar la
situación: primero decirle a ese niño que entiendes su enfado, luego
preguntarle qué puedes hacer para que se sienta mejor y finalmente buscar
una solución para que ambos os sintáis bien.
Deberías escuchar a tus
hijos activamente, aceptar sus emociones aunque no las compartas y darles
herramientas para reconocer sus propias emociones y reconducirlas cuando éstas
le hagan daño.