Autoría: Eva Bach (Pedagoga)
Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com/
Un conocido poeta recibió la
visita de un colega, que se definía partidario de dejar a los niños en total
libertad para que crecieran siguiendo su propio impulso. El poeta le invitó a
salir al jardín. Una vez allí, le sorprendió mucho que no hubiera ninguna flor.
Todo eran malas hierbas. “Solía estar lleno de rosas – dijo el
poeta-, pero un día decidí dejarlas en
total libertad y este es el resultado”.
En
un pasado reciente, y en determinados ámbitos, los
límites han sido
asociados al uso de la represión y la frustración como herramientas educativas,
y han tenido mala prensa. Pero actualmente cada vez más padres nos damos cuenta de la necesidad de
poner unos límites prudentes y razonables a los hijos.
¿Por qué debes poner límites?
Los límites son buenos y convenientes cuando están
al servicio de la vida, cuando nos ayudan a encarar nuevos retos de una manera
realista, prudente y gradual.
Cuando nos protegen de todo aquello que no podemos afrontar con garantías de
salir mínimamente bien parados. También
son positivos cuando favorecen la convivencia y nos orientan en relación con lo
que corresponde y lo que no corresponde en cada momento, con lo que es adecuado
o inadecuado en cada lugar y situación.
Importante ponerlos, pero
también mantenerlos
A
muchos padres nos cuesta poner límites y a menudo nos cuesta mucho, también, mantenerlos
una vez puestos. A veces porque somos incapaces de tolerar las
protestas que suelen generar en los niños, y otras veces porque tener que decir
“no” a nuestros hijos nos duele tanto o más que ellos.
Siento decirte “no” pero a
pesar de todo es “no”
Que
en algunas ocasiones nos duela decir “no“,
no nos debería impedir decirlo. Para poner un límite no hace
falta recurrir a un autoritarismo insensible y radical.
Hacer saber a nuestros hijos que sentimos decirles “no” y que a pesar de todo es “no”, confiere mayor consistencia a este “no”. Además, se convierte en una forma amorosa, y firme al mismo tiempo, de ejercer la autoridad y de mantener una negativa que consideramos coherente y apropiada.
Hacer saber a nuestros hijos que sentimos decirles “no” y que a pesar de todo es “no”, confiere mayor consistencia a este “no”. Además, se convierte en una forma amorosa, y firme al mismo tiempo, de ejercer la autoridad y de mantener una negativa que consideramos coherente y apropiada.