Autoría:
Elena Roger Gamir (Pedagoga)
Somos
padres. Asumimos nuestra responsabilidad sin ninguna duda y lo damos todo por
nuestros hijos. Nos esforzamos tanto por fortalecer, proteger,
controlar, corregir, estimular incluso amar que no olvidamos de algo que lo
incluye casi todo: ¡dar ejemplo!
Somos modelos de comportamiento
como padres pero también como hijos.
De
nada sirve hablar a nuestros hijos de generosidad o de perdón si
no sabemos perdonar a nuestros padres.
De
nada sirve hablar de planificación y de horarios si no encontramos nunca tiempo
para ir a verlos.
De
nada sirve hablar de empatía,
respeto y de autocontrol si perdemos la paciencia con nuestros padres y les hablamos con desprecio.
¿De
qué sirve fomentar la flexibilidad mental en nuestros hijos si no sabemos adaptarnos a las nuevas
necesidades de nuestros padres ya ancianos?
En ocasiones nos olvidamos de ser coherentes con nuestro plan de vida. Tenemos demasiadas exigencias, para
nosotros y para nuestros hijos, pero
quizás deberíamos pararnos a pensar cuáles son prioritarias. Si queremos
enseñar a nuestros hijos a ser personas completas, que sepan
dar y recibir en su justa medida, debemos plantearnos si somos buenos modelos.