Autoría:
Elena Roger Gamir (Pedagoga)
En
ocasiones, lo que les decimos a nuestros hijos les entra por un oído y les sale por el otro. No deja
cambio en ellos. No les afecta lo que les decimos. Para ellos somos un disco
rayado que repite y repite siempre lo mismo o, peor aún, entendiendo cosas muy
diferentes a las que queremos que entiendan.
¿Cómo
incidir en nuestros hijos? ¿Cómo crear un impacto en ellos? ¿Cómo crear una
modificación cognitiva? ¿Qué hacer para que aprendan? ¿Qué hacer para que nos
escuchen DE VERDAD, conscientemente?
Según Reuven
Feuerstein, creador de la teoría de la Modificabilidad Cognitiva Estructural, una
interacción exitosa con nuestros hijos es aquella que desarrolla en ellos su
capacidad para enfrentarse al mundo, sus facultades operativas. Cualquier
experiencia que les brindemos, cualquier palabra que les dirijamos, incluso
cualquier mirada que les regalemos debe convertirse en una Experiencia
de Aprendizaje Mediado (EAM).
¿Quieres
que tus hijos te escuchen? ¿Quieres que tus hijos se modifiquen?
Si queremos que nos escuchen y que además de
escucharnos modifiquen su proceso de pensamiento debemos intervenir teniendo en
cuenta varios criterios de mediación. Reuven
Feuerstein distingue 12 criterios pero os explicaré los tres
universales, sin los cuales no existe la Experiencia
de Aprendizaje Mediado:
Intencionalidad-reciprocidad
Debes saber cuál es el objetivo con tu hijo, cosa que no es muy evidente en muchas
ocasiones, y compartir tus intenciones con él en un proceso mutuo.
Trabajo con muchos padres con hijos con TDAH o sencillamente hijos desafiantes. Ante un desafío de su hijo, ante la agresividad en sus formas y sus palabras, los padres se centran en la falta de respeto cuando en realidad el objetivo más importante es su falta de autocontrol. Lo importante es mediar con él para ayudarle a que tome conciencia de dicha impulsividad, de sus sensaciones y su estado interior. Y ayudarle a que se implique en la experiencia de aprendizaje.
Trabajo con muchos padres con hijos con TDAH o sencillamente hijos desafiantes. Ante un desafío de su hijo, ante la agresividad en sus formas y sus palabras, los padres se centran en la falta de respeto cuando en realidad el objetivo más importante es su falta de autocontrol. Lo importante es mediar con él para ayudarle a que tome conciencia de dicha impulsividad, de sus sensaciones y su estado interior. Y ayudarle a que se implique en la experiencia de aprendizaje.
Implica seleccionar, crear y presentar los
estímulos a tu hijo de tal manera que pueda asimilarlos y
que tenga conciencia de lo que haces y por qué aunque no siempre lo comparta.
Nuestro objetivo debe ser crear una relación de reciprocidad de
tal manera que se involucre en su cambio, para dar lugar a la metacognición:
“Si ahora estás más tranquilo, podríamos hablar de lo que ha
ocurrido hace unos minutos. ¿Te has dado cuenta de cómo ha empezado todo? ¿En
qué momento crees que has dejado de controlar? ¿Podríamos haber reaccionado los
dos de otra manera? Explícame cómo te gustaría que yo hubiera reaccionado. ¿Qué
consecuencias crees que ha ocasionado tu decisión de actuar así? ¿Has
conseguido lo que deseabas?…”
En este caso el objetivo ante la impulsividad de
tu hijo debe
ser enseñarle autocontrol (y
no penalizar la falta de respeto) y él debe conocer tu objetivo para
hacerlo suyo también. La intervención, si tu objetivo es enseñar autocontrol, debe consistir en ser modelo de autocontrol y no solo corregir el problema
concreto.
Tengo tres hijos. Para cada uno tengo un objetivo
concreto: para el mayor, que sea responsable de su salud. Para el mediano, autonomía.
Para el pequeño, autocontrol.
Es como si para cada uno tuviera unas gafas con un filtro incorporado: todas mis intervenciones con ellos van filtradas por estos objetivos personalizados. Mi comunicación, mis estrategias educativas y mi actitud hacia ellos depende totalmente de estos objetivos y ellos saben en cada momento qué pretendo modificar con mi intervención lo que hace que mi mediación tenga más posibilidades de éxito ya que existen fuertes lazos entre nosotros, en este caso al compartir objetivos.
Es como si para cada uno tuviera unas gafas con un filtro incorporado: todas mis intervenciones con ellos van filtradas por estos objetivos personalizados. Mi comunicación, mis estrategias educativas y mi actitud hacia ellos depende totalmente de estos objetivos y ellos saben en cada momento qué pretendo modificar con mi intervención lo que hace que mi mediación tenga más posibilidades de éxito ya que existen fuertes lazos entre nosotros, en este caso al compartir objetivos.
Cada uno tiene un trato diferente porque cada uno
tiene objetivos y necesidades diferentes. Y este principio es aceptado y
compartido por ellos, lo que hace que entre ellos no
haya competencia.
Trascendencia
La trascendencia supone ver más allá de las necesidades
inmediatas para generalizar los aprendizajes en otras situaciones.
Tu intervención debe ser más ambiciosa y no centrarse solo en el presente
sino que debe pretender que lo aprendido pueda aplicarlo tu hijo en el
futuro.
Trascendencia= flexibilidad de
pensamiento.
Recuerdo un alumno de 8 años que cada día se
enfrentaba con el mismo problema: limpiar con calidad la gran mesa del comedor
de su casa (2m x 1,5m). Cada vez que la limpiaba, la mayor parte de las veces
ignorando manchas y restos de comida, su madre se lo hacía repetir varias
veces.
Un día me comentó que odiaba a su madre,
precisamente porque siempre “le
fastidiaba” con la
calidad de sus tareas. Le ayudé a definir el problema (el problema no era
su madre, como él decía, sino su mala ejecución) y le animé a buscar
estrategias para poner fin al problema de la mesa. Ideó varias estrategias pero
la de mayor éxito fue dividir la gran mesa en 6 partes iguales. Con la
superficie limitada le era más fácil limpiar detectando
errores. Además eso le permitió comprobar (algo que no hacía antes) cada uno
de los segmentos.
El primer día tardó 10 minutos en limpiar la mesa
pero ahora solo tarda 30 segundos en hacer con calidad absoluta su trabajo. Y
esta estrategia la ha generalizado a otras áreas: limpiar sus zapatos,
hacer su cama, guardar su ropa, dividir problemas grandes en pequeños e
incluso estudiar. Ahora utiliza la agenda porque es una manera de “segmentar”
su trabajo escolar como hacía con la mesa.
Significado
Ninguna intervención es operativa si no se acompaña
de pasión.
El significado es la energía que acompaña a tu
intervención, a tus palabras, a tu mirada o a tu silencio. No hay aprendizaje
si nuestro hijo no
encuentra el sentido, el por qué y se implica emocionalmente en él.
Cada vez que intervengas con tu hijo, pregúntate si estás imprimiendo valor y
energía a lo que haces o dices: ¿estoy trasmitiendo la importancia que tiene esto? ¿estoy
trasmitiendo la importancia que tiene para mi?
Como mediador debes ayudar a tu hijo a
buscar nuevos significados a los mismos hechos pero en distintas situaciones.
Es con el significado con los que trasmites valores y ayudas a tu hijo a
construir los suyos, sus actitudes y sentimientos.
La mediación del significado se da tanto a nivel
cognitivo como emocional porque comprender el significado de las cosas ayudará
a tu hijo a preguntarse cosas y a emplear formas
más resolutivas para los conflictos. Sin significado no hay intencionalidad ni
reciprocidad.
Os pondré un ejemplo. Hace un tiempo fui al cine
con toda mi familia a ver la película de Tom
Cruise “Al
filo del mañana” donde Tom
Cruise debe
enfrentarse a una invasión extraterrestre. Al principio de la película es un
hombre cobarde y egoísta y trata de eludir su responsabilidad. Sin embargo
cuando le obligan a ir al campo de batalla ocurre algo asombroso: entra en un
bucle temporal y, aunque cada día lo matan los alienígenas, a la mañana
siguiente comienza el mismo día, repitiéndose todo exactamente. Esto le permite
cada día detectar errores, buscar soluciones y evidentemente salvar al mundo.
Al terminar la película yo estaba emocionada de la
trascendencia del argumento: errores, soluciones, alternativas, estrategias,
oportunidades, modificabilidad… Sin embargo para ellos fue una película de
aventuras sin más aprendizaje. En lugar de explicar mi punto de vista y tratar
de sacar el jugo de la película con preguntas
estratégicas me
reservé la experiencia para aplicarla exclusivamente con mi hijo pequeño (17 años), con el cual había
tenido una situación crítica el día anterior, situación que estaba sin cerrar
todavía.
Ya en la cama, por la noche, me acerqué a él y le dije: “me encantaría ser Tom Cruise, tengo clarísimo que cosas haría de otra manera, empezando por ayer mismo. Si tu fueras él y pudieras comenzar cada día pudiendo corregir los errores, ¿cómo sería tu día mañana? No me contestes, piénsalo…”
Ya en la cama, por la noche, me acerqué a él y le dije: “me encantaría ser Tom Cruise, tengo clarísimo que cosas haría de otra manera, empezando por ayer mismo. Si tu fueras él y pudieras comenzar cada día pudiendo corregir los errores, ¿cómo sería tu día mañana? No me contestes, piénsalo…”
Por la mañana al levantarse lo primero que hizo es venir a mi cama
a darme un gran abrazo con beso incluido (¡rarísimo!)… No sé lo que ese abrazo
significaba porque no me lo explicó pero sé que estaba relacionado directamente
con mi pregunta y con el significado que le dio.