Autoría:
Belén Piñeiro (Maestra de educación infantil y experta en educación
emocional)
Es muy habitual ver a los adolescentes realizando sus deberes con la televisión de fondo, el móvil a un lado y la pantalla del ordenador enfrente, oscilando rápidamente de un estímulo a otro. Pasan los días, las semanas y los meses, sin que probablemente hayan disfrutado de unos minutos de silencio, de paz, ya que muchos de ellos incluso se van a la cama y se quedan dormidos con la televisión puesta, la radio o la pantalla del ordenador encendida.
El ruido nos perjudica más de lo que puede parecer. Los niños (y también los adultos) expuestos a él constantemente tienen tendencia a ser más irritables, más inquietos y agresivos. Además, por lo general, tienen menos capacidad de concentración y un menor rendimiento desempeñando tareas. Los niños de hoy son nativos digitales, por lo que están acostumbrados a atender a diferentes estímulos al mismo tiempo y a recibir y procesar una gran cantidad de información.
El ruido nos perjudica más de lo que puede parecer. Los niños (y también los adultos) expuestos a él constantemente tienen tendencia a ser más irritables, más inquietos y agresivos. Además, por lo general, tienen menos capacidad de concentración y un menor rendimiento desempeñando tareas. Los niños de hoy son nativos digitales, por lo que están acostumbrados a atender a diferentes estímulos al mismo tiempo y a recibir y procesar una gran cantidad de información.
Silencio para poder aprender
Se dice que actualmente producimos en
dos días la misma cantidad de información que antes requería unos 5000
años. Por eso, más que nunca, debemos enseñar a los más pequeños detener la
avalancha de estímulos a la que están expuestos y disfrutar de la quietud
y la calma de vez en cuando.
El
silencio es una parte fundamental del proceso de aprendizaje,
necesario para la consolidación de contenidos y la reflexión. Cada vez son
más los modelos de enseñanza que valoran el silencio como una valiosa herramienta tanto para
la enseñanza cognitiva como para el desarrollo integral del alumno.
Éste le ayuda a conocerse, a valorarse
y a tomar decisiones. En él conectamos con nosotros mismos. Nacen unas
preguntas y se da respuesta a otras. El silencio tranquiliza el cuerpo, la
mente y el espíritu, es una herramienta al alcance de todos, sanadora y
pacificadora.
El juego del silencio
Ayudar
a los niños a descubrir la belleza que hay en el silencio es un gran regalo de
valor incalculable. El juego del silencio contribuye a que los niños
aprendan a relajarse, a respirar, a tomar conciencia de sí mismos y
también de la cantidad de sonidos que hay a su alrededor, muchos de los
cuales ya pasan desapercibidos. El juego del silencio “original” fue
ideado por María Montessori,y a día de hoy cuenta con múltiples
variantes. Esta es una de ellas.
Material
Tan solo necesitas un lugar cómodo donde tumbar a tu hijo, o bien sentarlo en su escritorio con la cabeza recostada sobre la mesa. Asegúrate de que no hace frío en la estancia ni demasiado calor.
Procedimiento
Dirige a tu hijo hacia una actitud de silencio y ausencia de ruido. Puede ser tarareando una canción que invite al silencio (yo utilizo ésta con la letra un poco cambiada, la tarareo dos veces, cada vez más bajito). Es el momento de colocarnos en una posición que nos permita no movernos durante un par de minutos.
Tras tararear dos veces la canción, le pediremos que cierre los ojos, se relaje y guarde silencio durante el tiempo que dure la actividad. Las primeras veces es posible que no supere los dos o tres minutos. Podemos señalarle que esté atento a ver qué sonidos rompen el silencio tanto en el exterior como dentro de sí mismo.
El Juego del
Silencio puede tener diferentes variaciones:
1. Encender y
observar la llama de una vela y soplarla al terminar el ejercicio.
2. Utilizar
como temporizador un reloj de arena. Le daremos la vuelta al comienzo de la
actividad y observaremos como caen los granos hasta el final de la actividad
(procuraremos que los relojes sean pequeños).
3. Hacer sonar
un bol tibetano y mantenernos sentados en silencio hasta que dejemos de
escuchar su sonido…
Para finalizar simplemente le pediremos que abra los
ojos despacito y le preguntaremos cómo se ha sentido durante este tiempo.
Es fundamental aprender desde niños
habilidades que nos ayuden a conseguir el bienestar emocional y a
gestionar nuestras emociones. Practicar ejercicios de autoconocimiento de
forma progresiva ayudará a los pequeños a conocerse, a gestionar sus
emociones y a disfrutar de los beneficios de unos minutos de calma, que se prolongarán a lo largo del día… y de toda su vida.